DestacadosOpinionEntre líneas y grietas/ Racismo, ¿otro síntoma del COVID?

Ronny Aguilar08/06/2020

Columna por: Astrid Dzul Hori 

Racismo, ¿otro síntoma del COVID?

El COVID no sólo ha implicado cambios significativos en las formas de socialización, en los métodos de enseñanza a través de medios virtuales, en las relaciones afectivas a distancia, en la idea de colectividad y en la importancia de la salud, sino también ha removido y reivindicado uno de los paradigmas más antiguos de nuestra sociedad: el racismo.

Según la COPRED, el racismo es “el odio, rechazo o exclusión de una persona por su raza, color de piel, origen étnico o su lengua, que le impide el goce de sus derechos humanos. Es originado por un sentimiento irracional de superioridad de una persona sobre otra”. 

Si bien el racismo en México sienta sus precedentes durante la colonización, con la llegada de los españoles al “Nuevo Mundo”, y posteriormente va tomando forma con el sistema de castas, los modos de vivir, pensar y tipificar el racismo se han transformado. Ahora no se hace referencia a las personas por ser “mulato/a” o “castizo/a” en su acta de bautizo, sino que se han normalizado otras categorías de uso coloquial, en determinados círculos sociales, como “chacha”, “naco/a” y “fresa” o “fifí”; otras tantas han perdurado, en su uso peyorativo, como “indio/a” e “indígena”. Junto con estas categorías que sirven como estigma para las personas a todo lo largo y ancho del país, también se le suman dichos como: “cásate con un güero para mejorar la raza”, “¡eres más indio!”, “trabaja como negro para vivir como blanco”, “no tiene culpa el indio, sino quien lo hace compadre”, “se fue como las chachas”, etc.

Tanto en México como en Estados Unidos existe el racismo; sin embargo, ¿cuáles son las diferencias? El racismo se refuerza en la medida en que se antagonice al diferente, a ese/a otro/a que encarna lo indeseado de sociedades que erigen determinadas identidades como predominantes; pueden ser indeseados por ser considerados enemigos del país por disputas políticas y/o porque atenten contra la “identidad nacional”. En ese sentido, la diferencia que puede existir en las manifestaciones del racismo en ambos países depende de quiénes sean señalados como “el enemigo” y por qué. Por ejemplo, en México, las personas indígenas y las personas “morenas” son las más discriminadas por cuestiones raciales, ya que se piensa que lo blanco es bueno, educado y refinado, mientras que lo oscuro, en sus diversas tonalidades, es sucio, salvaje, incivilizado e ignorante. En Estados Unidos, por su parte, las personas objetos de discriminación por cuestiones raciales son las latinas, árabes, afrodescendientes y “nativas americanas”, quienes tienen reservas asignadas para vivir como si se tratara de piezas de museo.

Si bien el racismo es común en el día a día de todxs lxs mexicanxs, en su cercanía y en los márgenes del territorio, ¿por qué es tema de conmoción e indignación cuando sucede en otros lugares? ¿Por qué es un tema que hay que discutir y del que hay que preocuparnos cuando sucede en Estados Unidos? ¿Acaso los memes de los “shreksicans vs los whitexicans” no son manifestaciones de racismo? ¿O sólo porque “dan risa” no importan? Parece que la indignación ante el racismo depende del grado de antagonismo que se les atribuya a las personas que son objeto de discriminación, si el lugar en el que se ejecuta un acto racista es un foco mediático, como lo es actualmente Estados Unidos por su muy peculiar presidente, y el cómo se presente al público. De igual manera, sólo hasta que muere alguien, importa (y eso depende).

El brutal asesinato de George Floyd a manos del entonces oficial de policía Derek Chauvin, el pasado 25 de mayo en Minnesota, ha sido tema de indignación y conmoción generalizada; a partir de esto, se ha invitado a generar una red de solidaridad y de apoyo en contra del racismo, a lo que muchas personas se han sumado a través de manifestaciones, de donativos y de publicaciones vía redes sociales. Sin embargo, no se dejó pasar la oportunidad de seguir trazando las diferencias desde una perspectiva antagónica en medios como Twitter, especialmente por la publicación de cuadros negros en Instagram con el hashtag #blackouttuesday. ¿Postear, twittear, subir stories o fotos fracturan significativamente un problema social tan arraigado históricamente? ¿O sólo son un primer paso para solidarizarse con una causa y ayudar a visibilizar una injusticia? Comentar en Twitter el por qué Emma Watson puso tres cuadros negros en su Instagram, si es activista anti-racismo o si es feminista blanca, ¿aporta algo a la discusión en torno al racismo? ¿Por qué desfocalizar el problema discutiendo sobre la agenda política de Emma Watson?

Por otra parte, temas que también son relevantes no sólo a nivel mundial sino en nuestro país se han dejado de mencionar o simplemente ya no remueven con el mismo ímpetu, como si se tratara de una moda pasajera o el tema de indignación de la semana, considerando qué afectos del público pueden remover los medios sensacionalistas. Por ejemplo, el incremento de los feminicidios (ya que muchas mujeres tienen que convivir con sus agresores en casa), la procesión de personas en sus vehículos privados exigiendo la renuncia de AMLO, los pedófilos sosteniendo que su atracción hacia infantes es una preferencia sexual, la red de pederastia en la que presuntamente está involucrado Donald Trump, el despegue de un cohete tripulado de la empresa SpaceX en plena cuarentena, etc.

Apelar a un ejercicio de concientización de que en México también hay racismo, además de otros problemas que urgen ser tratados, como los feminicidios (aunque el presidente tenga otros datos que respalden su indiferencia ante el asunto), no significa deslegitimar la conmoción y el enojo que la muerte de George Floyd ha despertado en muchas personas. Sino más bien, abrirle la puerta a la indignación hacia otros tantos problemas que nos rodean, que nos susurran al oído.

No hay que normalizar la violencia, que a diario mueren mujeres (a veces también sus hijxs) a manos de sus padres, esposos, tíos; no normalicemos ni la más pequeña práctica discriminatoria en nuestro propio país, ni que miles de personas indígenas son asesinadas todos los días porque a mucha gente les estorba o porque ensucian la identidad mexicana, ni que se siga atribuyendo la servidumbre a las personas con un tono de piel más oscura que el mexicano/la mexicana blanco/a promedio. Es importante pensar las creencias que tenemos sobre las identidades establecidas socialmente: cómo reconozco a las personas, cómo las nombro y qué implicaciones tiene dicha etiqueta, si su lugar dentro de la sociedad está dotado de cualidades antagónicas o no, y por qué es así y no de otra manera. Así como también cuestionarse porque, con la mano en la cintura, aseguro que la gente con la “mollera sumida” es ignorante porque quiere y que por su culpa “somos un país tercer mundista”.

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