 Por Braulio Peralta  SemMéxico  Surrealista, dicen. Me cago de la risa. Ese André Breton no sabe nada de nuestro universo. Ahora resulta que las plantas, flores, frutas y animales de México–¡yo misma!– somos surrealistas. Ese francés no sabe nada de arte ni los mexicanos. Por si alguien tuviera duda ahí les va la descripción de mi obra…  Soy La venadita:  Como San Sebastián, las flechas cruzan el santuario de mi cuerpo. No cometí pecados. Viví en consecuencia. Mi leyenda es frágil en medio de la tragedia. Soy el símbolo de mí misma. Te miro a ti, de frente, para que te conduelas. Ve más allá de lo que ves. No pares en las nueve espadas que atraviesan mi piel: pregúntate por qué. Pintarme así es aceptar mi historia. No soy la marca de país que quieren hacer de mi imagen, no. Tampoco soy la moda de oropel perseguida por los mercaderes del arte o mis herederos que me venden como objeto de consumo. Si vivo en ti sobreviviré a esta incomprensión del mundo. Resucítame en la comprensión de ti mismo. Mira bien a esa venadita atravesada por flechas, porque es el alma de nosotros mismos…  Soy Unos cuantos piquetitos:  “La chata”, me decía quien me incrustó 20 puñaladas. Dice que no lo quería (“mi Chata ya no me quiere porque se dio a otro malhora, pero hoy se la arranco, ya se le llegó la hora”). Vean de cerca el rostro de mi asesino, observen sus ojos y esa sonrisa pétrea de imbecilidad, ese espejo oscuro que nos convierte en criminales o víctimas. Soy la representación de la violencia a las mujeres, como una muerta más de Ciudad Juárez. Cautiva del machismo, carnada de la desolación, noticia de última hora y ya casi olvidada por los medios porque asesinar mujeres ya es práctica común. Mira bien este cuadro que realicé con la angustia de mi pincel. Conduélete como si fueras tú la asesinada por la barbarie. Ojalá aprendas que cualquiera puede ser un golpeador o un asesino cuando se cae en el despecho del macho…  Soy El difuntito Dimas Rosas:  Fui hijo de una de las sirvientas de la pintora Frida Kahlo. Tenía tres años al morir. Me convirtió en exvoto en 1937 para dormir el sueño eterno. Me arrebató del olvido para convertirme en nostalgia. Soy una representación teatral más que religiosa; apenas la imagen de los miles de niños que mueren por desnutrición, falta de cuidados a la salud, ausencia de Seguro Popular. México no es Somalia pero también fenecen infantes por hambre (consulten las estadísticas,  por si tuvieran dudas). Soy el pretexto para hacerte pensar, o bien en la tradición de los exvotos que vienen del periodo colonial, entre el lienzo y la hojalata, o mejor en los miserables como yo, “vestidos para el paraíso”, cual subtituló de quien me pintó. A mi madre no le alcanzó la tragedia para salvarme en tiempos donde las enfermedades eran mortales. La pintora quiso así dejar un testigo de los hijos de la desnutrición…  Soy La columna rota:  Yo, la culpable de todas las interpretaciones que sobre mi vida y obra han inventado mis críticos. Soy lo inasible. La de la espina dorsal deshecha. La del corsé de acero. La columna jónica quebrada. La de la espina bífida oculta. La creadora del arte con dolor. La patria herida… Eso: el México que se lame sus propias heridas para olvidarse de su tragedia. Si el ruido de mi arte pudiera servir de algo pediría entonces que se compadezcan de mi, sí, pero también de ustedes.  Búscame y encuéntrate.  O escríbele y reclámale a quien esto escribió sobre mi.
  Por Braulio Peralta  SemMéxico  Surrealista, dicen. Me cago de la risa. Ese André Breton no sabe nada de nuestro universo. Ahora resulta que las plantas, flores, frutas y animales de México–¡yo misma!– somos surrealistas. Ese francés no sabe nada de arte ni los mexicanos. Por si alguien tuviera duda ahí les va la descripción de mi obra…  Soy La venadita:  Como San Sebastián, las flechas cruzan el santuario de mi cuerpo. No cometí pecados. Viví en consecuencia. Mi leyenda es frágil en medio de la tragedia. Soy el símbolo de mí misma. Te miro a ti, de frente, para que te conduelas. Ve más allá de lo que ves. No pares en las nueve espadas que atraviesan mi piel: pregúntate por qué. Pintarme así es aceptar mi historia. No soy la marca de país que quieren hacer de mi imagen, no. Tampoco soy la moda de oropel perseguida por los mercaderes del arte o mis herederos que me venden como objeto de consumo. Si vivo en ti sobreviviré a esta incomprensión del mundo. Resucítame en la comprensión de ti mismo. Mira bien a esa venadita atravesada por flechas, porque es el alma de nosotros mismos…  Soy Unos cuantos piquetitos:  “La chata”, me decía quien me incrustó 20 puñaladas. Dice que no lo quería (“mi Chata ya no me quiere porque se dio a otro malhora, pero hoy se la arranco, ya se le llegó la hora”). Vean de cerca el rostro de mi asesino, observen sus ojos y esa sonrisa pétrea de imbecilidad, ese espejo oscuro que nos convierte en criminales o víctimas. Soy la representación de la violencia a las mujeres, como una muerta más de Ciudad Juárez. Cautiva del machismo, carnada de la desolación, noticia de última hora y ya casi olvidada por los medios porque asesinar mujeres ya es práctica común. Mira bien este cuadro que realicé con la angustia de mi pincel. Conduélete como si fueras tú la asesinada por la barbarie. Ojalá aprendas que cualquiera puede ser un golpeador o un asesino cuando se cae en el despecho del macho…  Soy El difuntito Dimas Rosas:  Fui hijo de una de las sirvientas de la pintora Frida Kahlo. Tenía tres años al morir. Me convirtió en exvoto en 1937 para dormir el sueño eterno. Me arrebató del olvido para convertirme en nostalgia. Soy una representación teatral más que religiosa; apenas la imagen de los miles de niños que mueren por desnutrición, falta de cuidados a la salud, ausencia de Seguro Popular. México no es Somalia pero también fenecen infantes por hambre (consulten las estadísticas,  por si tuvieran dudas). Soy el pretexto para hacerte pensar, o bien en la tradición de los exvotos que vienen del periodo colonial, entre el lienzo y la hojalata, o mejor en los miserables como yo, “vestidos para el paraíso”, cual subtituló de quien me pintó. A mi madre no le alcanzó la tragedia para salvarme en tiempos donde las enfermedades eran mortales. La pintora quiso así dejar un testigo de los hijos de la desnutrición…  Soy La columna rota:  Yo, la culpable de todas las interpretaciones que sobre mi vida y obra han inventado mis críticos. Soy lo inasible. La de la espina dorsal deshecha. La del corsé de acero. La columna jónica quebrada. La de la espina bífida oculta. La creadora del arte con dolor. La patria herida… Eso: el México que se lame sus propias heridas para olvidarse de su tragedia. Si el ruido de mi arte pudiera servir de algo pediría entonces que se compadezcan de mi, sí, pero también de ustedes.  Búscame y encuéntrate.  O escríbele y reclámale a quien esto escribió sobre mi.  
previous
				next
				

