Por Arturo Moo Cahuich México sufre las consecuencias de tener un presidente torpe y corrupto, en la persona de Enrique Peña Nieto. Terminó antes de tiempo la fiesta priista y ahora se preocupan por el despeñadero. Hasta expulsan a sus gobernadores corruptos, pero dejan incólume al rey presidencial. Parece que dicen, si el emperador comete desmanes y atrocidades, eso nos vale. El rechazo popular se manifestó otra vez, el 15 de septiembre pasado en la ceremonia del Grito de Dolores. El repudio obligó al gobierno a acarrear paisanos aplaudidores para contrarrestar la ira en contra del jefe del Ejecutivo. El cuarto informe presidencial de Peña ha sido el más desangelado de la historia política. Lo peor, que previo al cuarto informe, la humillante decisión de soportar al candidato Donald Trump, como si fuera Jefe de Estado. La traición a la Patria de Peña, que amerita castigo resultó defendida por la bancada priista. Dos tercios de la administración Peña priista y sobresale el rotundo fracaso de las “reformas estructurales”, la corrupción, la debacle económica, los apuros y sobresaltos en los bolsillos nacionales. La cotización con el dólar, preocupante. La libre expresión, atormentada. Los asesinatos, encubiertos por manto oficial. Cuatro años de padecer a Peña, quien se aferra con todo a la banda presidencial. Sin pizca de dignidad, pese al rechazo nacional, hace oídos sordos y se mantiene en el cargo. “Renuncia Peña” es sentencia popular. Ya está en el tobogán político, empequeñecido. Fallaron las reformas estructurales, tan cacareadas y tan comprometedoras para el PAN y PRD, porque fueron seducidos a otorgar su aval al Pacto por México. Los usaron y los tiraron. El resultado fue dañar el bolsillo y la economía. Las gasolinas siguen subiendo. La luz aumenta la tarifa y el servicio pésimo. La reforma educativa quedó en una reforma laboral. La deuda nacional incrementada al doble y el Banxico ve un escenario adverso para éste y el año siguiente. Inflación más alta, dólar más caro, ambiente menos positivo para negocios e inversiones. El PIB para este año será apenas de 2.10%, debajo de la proyección calculada. Otra llaga, anuncia Pemex que subirá en este año su deuda a 97 mil millones de dólares. En el lenguaje vulgar, se me acabaron los ceros. Lo preocupante es que la deuda ya no será pagada por la administración de Peña, sino que se alarga para comprometer al sucesor. Los pagos del 2018 y 2019 se alargan a 30 años. Un descaro la reforma energética, envuelta en caja de corrupción. Una subasta nacional al mejor postor, en pocas palabras. A dos años de distancia, todavía escuchamos a los fantasmas de los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa, clamando justicia. El gobierno federal y su verdad histórica solapando culpables con mantos de protección, en tanto los padres de los normalistas tienen que recorrer foros internacionales para mantener viva la llama de la esperanza. Los reclamos de justicia campean en todos los foros, menos en el gobierno de Peña. El presupuesto federal para el próximo año anuncia más recortes al rubro salud, es decir, menos medicamentos a los derechohabientes. Pese al anuncio de las compras consolidadas. En el colmo de los descaros, se escuchan las presunciones de que Peña Nieto es amigo de “todos los campechanos” y que en 2017 tendremos un año de jauja, porque ningún pétalo de los recortes rozará el presupuesto de Campeche, para eso es “nuestro” amigo, que incluso nos quiere y protege más que a los de Atlacomulco y el Estado de México. En resumen, Peña Nieto empequeñecido y repudiado llega al último tercio del mandato presidencial priista. Llega al despeñadero, pero que se arroje solo y no joda a más de 100 millones de mexicanos.
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