Por Roberto Grajales Camina el tirano por la pasarela de la oligarquía. Se pasea entre los grandes empresarios y jefes del Estado mexicano. Con los ojos inexpresivos y la sonrisa irónica, se dispuso a dar un mensaje a la nación. Un mensaje en el que dejó en claro su postura de clase, pues, mientras adentro la burguesía aplaudía, en Guerrero, se desplegaban más de dos mil efectivos de la Policía Federal, con equipamiento antimotines. “Definí como primer eje de mi Gobierno lograr un México en paz. Tenemos que cumplir la función esencial de un Estado: lograr la seguridad de los ciudadanos y la plenitud del Estado de Derecho”, dijo Peña Nieto y con estas palabras comenzaron las amenazas. ¿Cuál es la paz que busca Enrique Peña Nieto? Una paz basada en la injusticia, en la impunidad, en el silencio; una paz basada en el miedo. ¿Para fortalecer el Estado de Derecho es necesaria la represión? Claro, porque para ellos el Estado de Derecho es la desesperanza, la desmoralización y la sumisión de los proletarios. El presidente (de los burgueses) dijo que presentaría la “Ley Contra la Infiltración del Crimen Organizado en las Autoridades Municipales”. Y con esta nueva ley, se pretende establecer un mecanismo para que la Federación asuma el control de los servicios municipales o, en su caso, se disuelva un Ayuntamiento. Sí, así como se lee, una dictadura hecha y derecha. Y para dejarlo más claro, el dictador declaró: “Será fundamental para reconstruir nuestro Estado de Derecho en toda la geografía nacional” Bien valdría la pena hacer un análisis del discurso, palabra por palabra, idea por idea. Pero no hay que ser un gran analista para notar lo que se lee entre líneas “El dolor que siente el país, tampoco es justificación para recurrir a la violencia o al vandalismo. No se puede exigir justicia violando la ley”. Se avecina una represión, y ante esto tenemos que estar preparados. Tenemos que empezar por redefinir nuestro concepto de violencia. Tenemos que entender que golpear al Estado no es un acto de violencia, es un acto de justicia. Condenan las quemas de palacios de gobierno, pero no se condenan las miles de muertes en nuestro país, y tal pareciera que un edificio de poder vale más que la vida de los mexicanos. Condenan los bloqueos carreteros y aperturas de casetas, pero no condenan los encarcelamientos políticos y las desapariciones forzadas. ¿Por qué tenerle compasión a un estado que nos ha estado arrebatando la libertad y la vida desde hace mucho tiempo? Sólo en algo tuvo razón Peña “Después de Iguala, México debe cambiar”. Pero debe cambiar para nosotros los de abajo, quienes mantenemos con el sudor de nuestro trabajo los lujos de la clase política y burguesa. Para nosotros los que sembramos y cosechamos todo lo que ellos comen, a pesar de que nosotros muramos de hambre. Para nosotros los que construimos sus mansiones, a pesar de que no tenemos ni una chocita. Para nosotros los que les servimos su comida, a pesar de no tener para llevar un plato a nuestro hogar. Para nosotros que nacemos, crecemos y morimos para trabajar para ellos, para servirles. ¡Qué lo entiendan los políticos, que lo entienda la burguesía! No permitiremos que se lleven a ni uno más de nuestros hijos. ¿Es acaso violencia defender a nuestros hijos? ¿Es acaso violencia defender a nuestras madres? ¿Es acaso violencia defender la vida? Si es así, pues tendremos que ser más violentos, porque el futuro no se construye pidiendo permiso, el futuro se construye arrebatándolo de las manos del tirano. No hay parto que no sea doloroso, pero a pesar del dolor, siempre se siente la satisfacción de tener en tus manos un nuevo ser. De la misma manera, es el momento de tomar en nuestras manos la historia, de desgarrar las vestiduras de la justicia burguesa y construir la justicia popular. Que no quede ni uno solo sin ser castigado. ¿Por qué debemos destruir el Estado? Por amor. Por amor a nuestros hijos. Los mensajes del Estado son claros, no van a permitirnos ser libres, pero nosotros no necesitamos permiso para ser libres. La libertad no se alcanza modificando una ley, se hace llevando a cuestas. Es necesario llevar a cuestas estas leyes para que podamos ser libres, tenemos que conquistar esa libertad que está secuestrada en manos de un puñado de aristócratas modernos. Por todos los rincones crece la inconformidad, porque Iguala dejó evidenciado lo evidente, el Estado no solo no nos representa, sino que está contra nosotros, el pueblo trabajador. Y esa ola que va creciendo ya no se detendrá y con sus acaudalados mares de rabia y dignidad, arrastrará mar a dentro a nuestros enemigos. No está de más decir: Peña Nieto, Ortega Bernés y todos los demás plutócratas, se nota en sus rostros el desprecio con el que cantan el Himno Nacional, porque saben que en este momento el clarín, con su bélico acento, nos está convocando a lidiar con valor. Hay que declararle la guerra al Estado que nos está matando y llevar esta guerra a todos los rincones en donde estén, a sus hoteles, a sus mansiones, a sus plazas, a sus campos, sin dejarlos descansar ni un solo momento. Lo dijo Zapata: Si no hay justicia para el pueblo, que no haya paz para el gobierno. Y este gobierno nos debe muchos años de justicia y de paz. Nuestra libertad y su sostén cotidiano tienen color de sangre, esta sangre no debe ser nunca más la nuestra.
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