DestacadosOpinionEntre líneas y grietas / Mi casa y sus fantasmas

Ronny Aguilar14/11/2020

Columna Por: Astrid Dzul Hori

“Tus fantasmas te siguen. Nunca se van. Viven contigo. Cuando los dejo entrar, puedo comenzar a enfrentarme a mí mismo”.

His House (Su casa, en español), dirigida por Remi Weekes, es la nueva película de suspenso producida por Netflix. La trama, protagonizada por Wunmi Mosaku, Sope Dirisu y Matt Smith, narra la historia de una pareja de refugiados provenientes de Sudán del Sur, que luchan por adaptarse en su nueva vida en un pueblo de Inglaterra, tras solicitar asilo político, dada la situación de guerra y extrema violencia en su país. 

Hay dos elementos en los que vale la pena hacer un énfasis particular: la casa y los seres que se les aparecen a los personajes, especialmente, a Bol, el esposo. En una primera instancia, la suma de estos dos elementos puede pensarse como la típica historia de horror en donde los personajes llegan a una casa embrujada que los asecha. Sin embargo, conforme avanza la historia, ya no es del todo claro qué representa la casa y a qué se deben las apariciones.

Una propuesta que resulta interesante para aproximarse a estos dos elementos es pensar la casa como una metáfora del inconsciente [1] y las apariciones como parte del contenido psíquico presente en este. ¿Por qué? Esta pareja llega con heridas psicológicas importantes ante la exposición constante a la violencia. Si bien, Rial, la esposa, parece no superar la muerte trágica de su hija, Bol decide resanar y reparar la casa que les han entregado para vivir, cuyos daños estructurales no les permiten estar del todo cómodos. Mientras avanza la trama, los daños estructurales de la casa física reflejan las heridas psíquicas de la pareja. Aunado a eso, Bol está dominado por el deseo de construir una vida desde cero en un lugar prometedor y “feliz”. La realización de ese deseo parece estar condicionada por el olvido de su pasado, es decir, de reprimirlo en lo más profundo de sí.  Sin embargo, cual olla a presión, las heridas todavía supurantes dejaron salir aquello que los asediaba muy en lo profundo: sus fantasmas, que tomaron forma de monstruos y apariciones diabólicas.

Construir tratando de olvidar cómo se llegó hasta ahí puede ser un camino como el de Sísifo con su piedra. Especialmente, cuando en el proceso de construir, se está destruidx por dentro, como en el caso de los protagonistas. Ante esta idea de construir olvidando, su pasado se les presenta de lo más vívido, les acecha en la oscuridad, susurrando y empujando; mira esperando ser mirado de vuelta. Las apariciones y los monstruos lucen como las personas de las tribus con las que ellxs convivían en su país y como su hija Nyagak. Se presentan en las grietas y huecos de la casa que, al ser un reflejo de su interior, se pueden leer como elementos psíquicos que buscan hacerse conscientes, es decir, que buscan ser parte del presente como algo que existe y que no puede desaparecer con solo voltear la mirada hacia otro lado. En ese sentido, Bol y Rial están atrapados en su propia cabeza con las memorias de miles de millones de personas que murieron en su país por la guerra, y no sólo en la casa que les asignaron para vivir. 

Frente a la idea de que en nuestra casa habitan fantasmas, la película nos extiende la pregunta: ¿qué monstruos habitan en tu casa? Pensar a los monstruos como reflejos de los propios vicios, heridas, traumas y represiones permite un entendimiento más integral de cómo se llevan a la vida cotidiana y de cómo la modifican notablemente, haciéndola terrorífica en muchos casos. Al final, se podrían pensar los monstruos como ese punto límite entre la cotidianidad y lo desconocido en unx mismx y en lo que rodea. De los materiales de la casa que construimos con el ir y venir de la vida dependen qué tanto pueden asustarnos y atemorizarnos los propios monstruos; la flexibilidad y sensibilidad con la propia persona ayudará, en la medida de lo posible, a coexistir con lo que se aparece en la vastedad de lo que es desconocido dentro de cada unx. Y lo más importante: no importa a donde vayas, llevas una casa contigo, en tu cabeza, siempre llena de fantasmas. 

[1] “El adjetivo inconsciente se utiliza en ocasiones para connotar el conjunto de los contenidos no presentes en el campo actual de la conciencia…” Diccionario de psicoanálisis de Jean Laplanche y Jean-Bertrand Pontalis.

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