DestacadosOpinionEntre líneas y grietas / Chernóbil: memoria de una herida nuclear

Ronny Aguilar26/04/2022

Por Astrid Dzul Hori

 Chernóbil: memoria de una herida nuclear

 

“[…] ¿de qué dar testimonio, del pasado o del futuro? Es tan fácil deslizarse a la banalidad. A la banalidad del horror…Pero yo miro a Chernóbil como al inicio de una nueva historia; Chernóbil no sólo significa conocimiento, sino también preconocimiento, porque el hombre se ha puesto en cuestión con su anterior concepción de sí mismo y del mundo”.

Voces de Chernóbil, Svetlana Alexiévich.

El 26 de abril se conmemora el 36to aniversario del accidente de Chernóbil. Fue un incidente nuclear en la central nuclear Vladimir Ilich Lenin, al norte de Ucrania. En ese entonces, la Unión Soviética. Sucedió en punto de la 1:23:45 am. Hay un antes y un después de Chernóbil. Tal vez no es tan evidente en la cotidianidad, porque no siempre pensamos en las tragedias que fueron ocasionadas por una mala gestión por parte de los grupos políticos, ni mucho menos por parte de lxs científicxs.

Como bien dice Svetlana Alexiévich en su libro Voces de Chernóbil: Chernóbil es el inicio de una nueva historia. No sólo para la sociedad de la entonces Unión Soviética, sino para la historia de la humanidad desde ese punto y hacia adelante. Se me pudiese interpelar con algunas preguntas como: ¿qué tiene que ver conmigo? ¿En qué me afecta a mí, que vivo en otro lugar y que no presencié ese momento de la historia de la humanidad? Precisamente, dada la lejanía del evento y del lugar es importante no olvidar. Los errores que se cometieron en Chernóbil son una gran lección para las generaciones posteriores (y las que están por venir).

Si bien antes del accidente de Chernóbil ya había ocurrido la explosión de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki por el gobierno de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, el caso de Chernóbil tiene otras causas que desembocan en nuevos abanicos de perspectivas. Con ello, no estoy diciendo que los casos de Hiroshima y Nagasaki no sean importantes. Estoy diciendo que Chernóbil nos puede enseñar cosas distintas respecto de las bombas nucleares, porque el origen del accidente amerita otras consideraciones. Tales como, el papel del científico, la gestión política de una catástrofe, el desplazamiento forzado y la pérdida del sentido de pertenencia, y que la ciencia no se manda sola.

Particularmente, en este espacio, me gustaría reflexionar, a partir del accidente de Chernóbil, cómo se construye la verdad de los hechos y cómo se fomenta la ignorancia de la población, de la milicia y de los voluntarios que iban a Chernóbil a limpiar el territorio.

Comenzando por el último punto: cómo se fomenta la ignorancia en catástrofes como la de Chernóbil. No sólo la miniserie de HBO, Chernóbil (2019, Dir. John Renck), da testimonio de la mala gestión de la información antes, durante y después de la explosión del reactor nuclear, sino también el libro de Svetlana Alexiévich, Voces de Chernóbil. Crónicas del futuro, en el que se basó dicha miniserie. En él, la escritora bielorrusa recaba los testimonios de las personas desplazadas por la explosión, de liquidadores, de militares, de personas que viven en la zona de exposición, etc. Da espacio a que dichas voces, olvidadas por el tiempo y los intereses de estado, cuenten sus sentires y pensares sobre un acontecimiento que cambió el rumbo de sus vidas. Ambos recursos -la miniserie y el libro- muestran cómo se construyó la ignorancia en torno a la explosión.

Chernóbil es un ejemplo de cómo se gestiona y se reproduce la ignorancia con la finalidad de salvaguardar el estatus quo de un gobierno. Tanto las medidas de seguridad para la construcción de la planta y un poco antes de la explosión, como la gestión de los daños y el discurso en torno al suceso, estuvieron colmados de desinformación, censura e irresponsabilidades. En lo que lxs científicxs encargadxs averiguaban cómo contrarrestar los daños, la gente enfermaba y moría. Todavía, hoy, personas siguen muriendo de cáncer o de enfermedades relacionadas con la radiación.

En una de las crónicas que comparte Svetlana Alexiévich en su libro, uno de los sobrevivientes se pregunta de qué huyen. No era como la guerra, en donde hay una encarnación del enemigo. No. Se trataba de algo invisible, pero que aniquilaba. Era un nido de ignorancia, tal vez epocal, tal vez negligente: era un vacío en el saber y en el entendimiento de las personas que tenían que abandonar sus cultivos, enterrar sus pertenencias e irse para no volver nunca. Era la ignorancia disfrazada de radiación.

Aunado a ello, también es pertinente cuestionarse cómo es que se construye la verdad en situaciones de crisis como lo fue el accidente nuclear. Con tal de mantener la integridad de la Unión Soviética, sumado a la falta de información con las que contaban lxs científicxs para explicar la explosión, se expuso a la población, a la milicia y a los voluntarios a diversos grados de radiación. ¿Qué sucedía? Nadie sabía. Se clasificaba y censuraba lo que ocurría. Con un buen salario en rublos mantenían a los trabajadores contentos.

Contrario a lo que idealmente se piensa sobre la verdad -que es algo que espera ser descubierto o que es independiente a lo que los seres humanos construyen-, en un caso como el de Chernóbil, la verdad se fabrica como un escenario lleno de títeres. En donde la ciencia, la política, la sociedad y la economía bailan al unísono para evitar que se descubra la farsa. ¿Qué significan los errores para la humanidad, para una nación, para un individuo? ¿Cuál es el costo que se está dispuestx a pagar por enterrar la verdad para que nadie la encuentre? ¿Qué y cómo es que contamos la verdad? Al final, sólo nos quedan las memorias de quienes estuvieron y perdieron; de quienes ya no pertenecen porque Chernóbil era su hogar. Y hoy son de ningún lugar. Así se pagan las mentiras.

¿Por qué Chernóbil es el inicio de una nueva historia? Porque nos sitúo en la difícil situación de resignificar la humanidad misma, visibilizó radicalmente lo que es la negligencia por parte de quienes hacen ciencia y desarrollan tecnología, puso bajo el reflector la decadencia de un proyecto estatal, y funcionó como una invitación a replantear lo que se entendía como tragedia. Asimismo, el ser humano perdió el control de su propia creación. Como un niño que se pierde en medio de la multitud, el ser humano se perdió entre radiación, política y desplazamientos forzados.

¿Qué podemos aprender de una herida que parece ajena, pero es de lo más propia? -Ajena porque es lejana a nosotrxs, en espacio y tiempo. Propia porque es producto de un avance tecnológico que la humanidad misma gestionó-. Es un aprendizaje de cómo la ignorancia y el ocultamiento de la verdad con mentiras puede tener resultados desastrosos. Que ninguna acción pasa desapercibida. Que hay consecuencias que pagamos todxs.

Hoy, más que nunca, no debemos olvidar Chernóbil, sobre todo por el panorama que tenemos enfrente, producto del calentamiento global. Fenómeno que los seres humanos han provocado: Nos hemos metido a la olla con agua y la hemos puesto a hervir lentamente.

Para concluir, me gustaría recordar lo que Valery Legasov dice en el juicio para sancionar a los tres encargados de la planta, en la miniserie de HBO: “Cuando la verdad ofende, mentimos y mentimos hasta que olvidamos que sigue ahí pero sí, sigue ahí. Cada mentira dicha te deja en deuda con la verdad. Tarde o temprano la deuda es pagada. Así es como explota un reactor RBMK…mentiras”.

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