Por Arturo Moo Cahuich El refranero popular dicta que muchos confunden la gimnasia con la magnesia. Efectivamente, hasta en el ámbito político se encuentran y existen muchos casos, los peores son cuando los actores tienen responsabilidades de gobernar o administrar y en grado superlativo, cuando les llega la amnesia o la fingen. Resulta ocioso desglosar cada vocablo, cuando hasta los gimnastas olímpicos utilizaron la magnesia. Mejor vayamos a los hechos. A nivel nacional y estatal encontramos los ejemplos referidos. Caso de Enrique Peña Nieto, el ya famoso plagiador que llegó a presidente. Quien con el compromiso de respetar la libertad de expresión instruye el acoso judicial contra quien lo exhibió en acto de corrupción por su Casa Blanca. No sólo esto, castigos ninguno. Ni chivo expiatorio, porque su funcionario pelele tuvo el puente de plata para fingir renuncia decorosa. Ahora, los mexicanos otra vez a cargar el aumento en los combustibles y la luz. Los discursos y justificaciones en todo su esplendor, en tanto la economía resulta dañada y la canasta básica cada vez más encarecida. Para maldita la cosa resultaron las tan cacareadas reformas estructurales, esas donde sedujeron a los partidos políticos para aprobarlas en el tenor de que México viviría tiempos de bonanza y esplendor. Un presidente también decadente en las simpatías nacionales y que utiliza Los Pinos para sobar su desprestigio. Incluso felicita a los medallistas olímpicos que nada o muy poco tienen que agradecerle a la Conade. Pero ufanos ratifican nombramiento por el hecho de ser integrante de la pandilla oficial. Qué asco. En los preámbulos del cuarto informe presidencial, todo aquello que pueda generar una sonrisa o leve simpatía, es utilizable. Cual enfermo que requiere oxígeno para sobrevivir. Estudiantes destacados por sus méritos y esfuerzos personales son devorados por la mercadotecnia presidencial. Como el de una destacada estudiante campechana. Ya inmersos en la entidad, también aquí soplan vientos de incongruencia. La Constitución política local señala que el gobernador tiene atribución de “Dirigir como Jefe de la Hacienda Pública la administración de ella; cuidar de que los caudales públicos estén siempre bien asegurados, se recauden e inviertan con arreglo a las leyes, ordenando al efecto la práctica de visitas a las oficinas rentísticas del Estado, para corregir los males e irregularidades que se notaren”. Entonces, no vemos la razón del por qué las iras y los odios contra quienes disienten de su estilo de gobernar y focalizan sus análisis en el manejo del erario. Particularmente, cuando las cifras no cuadran. El informe de gobierno estatal consiste en decir y justificar cómo se gastaron los recursos de la entidad. Pero ahora lo que ganó espacios fue el anuncio de futuras obras. Las bautizaron como magnas obras. Los redactores del informe gubernamental, son pésimos. Miren que dividir a los campechanos en dos secciones. Los bien nacidos (en el poder, claro), que no permitirán que se divida a la entidad y entonces dejan a los mal nacidos, que están contra todo sin proponer. Pero especialmente, cuestionando el manejo de los fondos públicos. Así, el síndrome del tabique se hace presente. No me refiero al tabique nasal. La razón nublada por la ira y las vísceras lleva a otro camino. Incluso cuando se dice partirse el alma a sabiendas de que este concepto tiene otra connotación. Estas conductas de pésimo gobernante hablan muy mal también de una secretaría de Gobierno y la correspondiente a las Obras Públicas, que le permiten a su jefe soñar cual lechera del fabulista Esopo. Por cierto, la moraleja concluye: no anheles impaciente el bien futuro; mira que ni el presente está seguro. Y en el colmo de los yerros, caen en otra fábula, la del parto de los montes. Cuyo final es no una magna obra, sino el nacimiento de un pinche ratón. Quien se precie de buen gobernante, tiene que ser sensato y no sembrador de odios y rencores. Baste recordar que en las urnas no cosecharon unanimidad. Y los informes de gobierno tienen que ser analizados y no aplaudidos. La pluralidad política en Campeche y México existe, es una realidad, pésele a quien le pese. Vale más la oportuna sensatez, que ser veraz ejemplo de fabulista.
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