Por Verónica Lozada Hoy, me encontré con una foto que publica El Universal como arranque de la celebración de su centenario: 100 mujeres líderes. Al instante, la imagen me interpela: ¿Liderazgo? ¿De quién es la imagen y cuál es la inscripción? En otras palabras ¿Qué imagen, mensaje, idea, símbolo, acción subsecuente o prácticas, transmite esa muestra de liderazgo femenino al grueso de las mujeres en México? ¡Caramba! En primer lugar, me alegra, entusiasma y esperanza el liderazgo de las mujeres en el país. Pero, aquí encuentro un gran pero, y a ese me referiré solamente. No me malinterpreten, no es misoginia, lo que cuestiono es la muestra per se de ese liderazgo que se quiere presentar como tal. ¿Con qué criterios o valores de selección se designan las 100 mujeres líderes de México entre un universo de 61 millones de mexicanas? Porque 100 mujeres, para sesenta y un millones, no es ni siquiera un uno por ciento; tampoco alcanza a ser un cero a la izquierda sino más de cinco posiciones a la izquierda del cero. O sea, la casi nada. No obstante, el tamaño de la muestra no tendría tanto problema si fuera representativa, pero no lo es. Por ello me atrevo a señalar que esa imagen, en lugar de destacar el liderazgo de la mujer en México, contribuye a profundizar su invisibilización a la “N” potencia, por las siguientes razones: Primera, con excepciones escasas que señalaré también, las presentadas representan liderazgos instrumentales al servicio y mantenimiento de un modelo patriarcal opresor contra la mujer. ¿Cómo se puede afirmar algo así? Debido a que ese modelo ha sido estudiado ya con bastante seriedad y ha quedado exhibido en su naturaleza injusta de dominación y sus efectos de desdicha –no solo para la mujer. Empero, se resiste a la retirada. Es así que ese sistema diabólico de opresión se disfraza de igualitario y utiliza a la mujer –liderazgos instrumentales— como encomendero del trabajo sucio para continuar la dominación a las demás y al mismo tiempo engañando a esas lideres instrumentadas con la ilusión de su propia emancipación y su ascensión en la escala de privilegios; regenteando mediante esos liderazgos femeninos a modo del amo. A simple vista sobresale, la vecina Ivonne Ortega, Margarita Zavala, Rosario Robles, Mariana Gómez del Campo, Josefina Vázquez Mota, Arely Gómez, Isabel Miranda de Wallace, Claudia Pavlovic, Silvana Beltrones, Paty Chapoy y aunque la lista es muy interesante, la dejamos con Carmelita Salinas para abreviar. Cada quien haga sus valoraciones, pero lo que es este modelo de liderazgo femenino, se traza a partir de su asociación a un hombre en el poder o por privilegio de clase heredado: parentesco de esposa, hermana, hija, sobrina, amante, etc., o respecto a la riqueza de un hombre: por herencia, apellido, relaciones, etc. Liderazgos como artefacto al servicio y mantenimiento de un sistema corrupto y dominador, cuya particular condición sine qua non es que se mantengan cómplices, lamebotas, en obediencia ciega sin cuestionar, encubridoras, simuladoras, mustias, como que no saben ni sospechan nada y sin atreverse a desafiar ese modelo de muerte: patriarcal, capitalista depredador y racista en el que han acomodado su interés contra el bien común de millones. Las prácticas de ese tipo de liderazgo femenino no han sido liberadoras sino mantenedoras del status quo: Margarita Zavala supo del fraude por el que Felipe Calderón ascendió al poder; es pública la respuesta de Fecal cuando se le cuestionó el fraude en cadena nacional “haiga sido como haiga sido, soy presidente”, en la apoteosis del cinismo. Ella no dijo nada y se siguió de largo solapando su régimen criminal. Antes, en su experiencia parlamentaria, siempre mustia y subordinada a los dictados del marido y de su partido, y al lado de él, solapando atrocidades indecibles sin una palabra de perdón, consuelo, acompañamiento o solidaridad a las víctimas que ese monstruo horrendo llamó “daños colaterales”. Hoy pretende postularse a la presidencia en 2018 ¿De veras? ¿Qué clase de liderazgo es ese? ¿Cómo se puede andar tan campante cuando le has desgraciado la existencia a millones? Señalaré un solo hecho concreto, pero enorme por lo ignominioso, es como para no dormir tranquilo en toda la vida. El salvaje ataque sexual de militares a una anciana indígena en la sierra de Zongolica, Veracruz –Ernestina Ascencio— Fecal se atrevió a desmentir en cadena nacional, invadiendo poderes y en contra del parte forense, incluso contra evidencias irrefutables que se hicieron públicas y que resulta traumático mencionar de nuevo, que ella había muerto por gastritis, sin más peso que su palabra para callar el reclamo nacional de justicia y encubrir los crímenes de las fuerzas castrenses. Ya ni hablemos de los más de 200 mil muertos que Fecal acumularía en su régimen de dizque guerra contra el narco y los miles de desaparecidos que hasta hoy siguen llorando a sus muertos y a sus ausentes, sin pizca de justicia por parte del estado omiso y vergonzosamente injusto y del que la corta memoria del mexicano parece haberse olvidado, pues hoy este liderazgo cómplice engolosinado con el poder, quiere traerlo de regreso. Ivonne Ortega, asociada a Salinas y por ende a Peña que con tamañas credenciales hasta Nabucodonosor parece simpático al lado de ellos, mujer de admirable bravura y fortaleza, pero lamentablemente para mantener un sistema de engaño, muerte y desesperanza como es el PRI, ahí nomás el estado de Yucatán. Rosario Robles, dejemos atrás sus otras páginas. En la presente ha escrito una repugnante historia de fraude bien documentado desde la Secretaria de Desarrollo Social y contra los grupos más vulnerables en el país, mujeres indígenas, pobres, en pobreza extrema, sin tierras, sin empleos, sin vivienda, sin acceso a la educación, etc. Programas Pensión para Adultos Mayores, Cruzada contra el Hambre, Atención a jornaleros Agrícolas y otros cuya razón de ser es ofrecer una burbuja de oxígeno a sectores en la inanidad ¿habrá algo más vil y desalmado que quitarles dinero a ellos? Siempre negó todo con la guía de su gurú Peña: “no te preocupes Rosario, hay que aguantar.” Aunque todo está expuesto en Internet, le ha ayudado mucho contar con la bendición y el silencio de las buenas conciencias que eligen mirar para otro lado ante la desgracia que se tiende como manto de cada día sobre la cabeza del prójimo. Mariana Gómez del Campo, sin solvencia moral por el probado nepotismo, corrupción y drene de recursos federales a través de una red de incondicionales por su parentesco con Calderón, a través de Margarita, su prima hermana y parienta de los dueños de #GuarderiaABC, donde 49 angelitos murieron quemados por negocios sin escrúpulos al amparo del poder que hasta hoy permanecen impunes con la bendición de esta encubridora que con un poquito de vergüenza habría renunciado y jamás en su vida aceptado otro cargo público. Josefina Vázquez Mota, otro liderazgo instrumentado al servicio de la corrupción; operadora de un fraude transexenal a favor de Calderón y su partido, jugando siempre a ser diferente pero nutriendo las mismas artimañas de un poder putrefacto. Arely Gómez, hermana del vicepresidente de Televisa, en abierto conflicto de interés que niega, así nomás, con una simple frase, la abogada Fiscal General de la Nación que no fiscaliza nada, porque ningún crimen se resuelve en este país entregado a la impunidad. Claramente, una ficha en el tablero de la telecracia que compró la presidencia. Isabel Miranda de Wallace, otra encumbrada de Calderón, instrumentada para los perversos juegos de poder de Calderón de controlar y debilitar a las ONG´s que buscaban a los miles de desaparecidos en su régimen. Claudia Pavlovic, señalada por los padres de los bebes incinerados en la Guardería ABC como mediadora para proteger a los dueños y darles la espalda en su demanda de justicia. Está ligada a un capo de la corrupción en este país, tanto que hasta Estados Unidos le tiene negada la visa: Manlio Fabio Beltrones que también instrumentó otro liderazgo a la medida para su hija Silvana. La Chapoy, una líder en explotar el morbo de la gente y hacer del mal una banalidad a la que le llama entretenimiento. La cereza en el pastel es Carmelita Salinas, sobran explicaciones, las palabras de su boca dan testimonio de la oscuridad de su corazón. Con sus contaditas excepciones, ninguna ha alzado la voz contra el nauseabundo estado de injusticia al que vamos sumiéndonos cada día más. Quizá algún día esas mujeres ejercieron liderazgos como títeres sin voluntad de hombres corruptos, pero hoy las prácticas que sustentan de forma personalísima, sirven para blindar este Sistema Corrupto: patriarcalista, clasista, capitalista voraz y racista; enemigo de las mujeres, de la tierra y de la sociedad en general. Afortunadamente, hay excepciones, pero son eso, unas cuantas, menos de los dedos de una mano. Bien por incluir a una niña, María Bárbara Wetzel, campeona mundial de gimnasia artística para atletas con síndrome de Down, que muestra la importancia de ser afirmadas desde niñas por su entorno familiar, en contraste con millones de niñas a las que desde la cuna hasta la tumba se les frena e inmoviliza su desarrollo y dignidad como mujer. Parece que también se reconoció a Amalia Pérez, medallista paralímpica, quien estuvo en las mesas del desayuno, pero no dignamente en el frente con su silla de ruedas, como correspondía. La “Roca” Zamora, joven boxeadora mexicana, que sin duda merece reconocimiento incuestionable y Elenita Poniatowska que es caso aparte. Segunda, ya que las Mujeres Líderes de sobrado reconocimiento nacional por méritos propios, no fueron incluidas, su ausencia es un sino ominoso de la obstinación por un modelo de sociedad donde solo caben las sumisas, agachonas, cómplices y encubridoras de un sistema patriarcal que castiga a las transgresoras, contestatarias de voz e ideas propias y que defiende a cuartel sus prebendas y hace pagar con exclusión a quienes se atreven a desafiarlo. Dice don Juan Francisco Ealy, presidente ejecutivo de El Universal, que ha organizado este acto: iremos de la mano de las mujeres en la lucha por el respeto a sus derechos ¿De veras? Pues lo que se ve no se juzga. Especialmente, en un momento en que la nación necesita ser alumbrada por altos valores humanos que inspiren el camino a la restauración del tan desgarrado tejido social y que nos animen en la esperanza de continuar el arduo trabajo de dignificar a la nación entera, esta era una excelente oportunidad para hacer brillar la presencia de Mujeres Líderes mexicanas que han librado una descomunal lucha para afirmar su lugar como mujeres en una sociedad de tan profundas desigualdades como la nuestra. Ejemplos sobran: Carmen Aristegui, que para ejercer su función de periodista y posibilitar a través de ella el derecho de la sociedad a ser informados con la verdad, ha debido enfrentar todo la fuerza del estado, veladamente a través de su empleador como se las gasta el poder, perseguida implacablemente de mil maneras para quererla doblegar. Lydia Cacho, Anabel Hernández, Ana Lilia Pérez, Las Patronas –humildes mujeres ejemplo de solidaridad con el prójimo y sin andar charolando-. Nestora Salgado, defensora de su pueblo. Betty Cariño, quien de forma póstuma podría ser reconocida, defensora de los derechos de los pueblos arteramente asesinada. Tantos liderazgos femeninos que se han levantado en demanda por justicia para sus muertos, asesinados, desaparecidos, masacrados, sin pizca de piedad, ni voluntad de justicia por parte del estado. ¿Dónde están en esa foto las líderes de base, mujeres comunitarias, la pluralidad étnica con tantos liderazgos sobresalientes, mujeres de otras lenguas y otros colores de piel, afrodescendientes, discapacitadas, la pluralidad religiosa, las científicas, las queer? ¿Dónde quedó el nombre de las líderes naturales, locutoras indígenas comunitarias asesinadas por atreverse a soñar y concretar un proyecto de radio comunitaria? Muchos nombres, abundan las periodistas y defensoras de DDHH, algunas de ellas han tenido que salir del país vomitadas a buscar sobrevivencia en otro lado, otras ya no pudieron contar su historia. Me viene a la memoria el caso de una joven ingeniera indígena oaxaqueña, quien durante el régimen de Calderón y creyendo en la bonhomía de ese impostor, se atrevió a denunciar un fraude en obra pública que como residente de obra le tocó atestiguar. Se topó con oídos sordos, impunidad y finalmente echada a la calle para proteger al jefe corrupto que denunció. Borrado su nombre de un liderazgo necesario en esta sociedad que ni Juan el Teólogo con su apocalipsis pudo dibujar el más grande de los horrores del México nuestro; una sociedad apática al mal social y el dolor que inflige al prójimo a través de ello. En síntesis, a la pregunta inicial de quién es la imagen y cuál es la inscripción –mensaje— Es claro que la imagen y la inscripción coinciden en declarar al dueño de esos liderazgos: un sistema opresor que utiliza al ser humano para sus fines perversos. ¡Dadle al sistema lo suyo! De pena ajena, como diría el poeta cubano, pero además profunda, diría yo, por tanta gente deslumbrada por liderazgos corruptos, infames, desvergonzados, en alianzas perversas para someterlos, controlarlos, exigirles obediencia acrítica, pasar por encima de su dignidad, frenar su desarrollo, expoliar sus recursos y robarles la posibilidad de brillar y resplandecer con luz propia como seres humanos autónomos en facultad divina de razonar y ser para construir en colectividad el bien común, como la familia humana que se supone somos. Me quedo con la inspiración de tantas mujeres mexicanas y del resto del mundo, que he ido sumando como mis compañeras de camino: contemporáneas y de otras épocas. Rechazo en definitiva el símbolo y prácticas de liderazgos femeninos a modo de los poderes perversos que quieren vendernos como modelo de lucha a las invisibilizadas y marginadas por ellos mismos.
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