OpinionA toda sangre/De mujeres lesbianas

admin11/01/2016

10les Por Braulio Peralta SemMéxico Decía en la última columna de 2015 que los gays debemos mucho a las feministas. Agrego ahora que muchas mujeres lesbianas entraron al feminismo como forma de lucha a favor de sus derechos sexuales. Si las mujeres heterosexuales triunfaban en su causa, seguía la de los homosexuales. Es una parte de la historia que no termina de contarse con pelos y señales, o mejor, con penes y vaginas, como les quiero contar hoy como un testimonio de persistencia para ser uno mismo… No es fácil escribir de las mujeres lesbianas. Menos para un homosexual masculino. Al menos en México el movimiento de las minorías sexuales nació entre hombres y mujeres gays, pero duró poco la alianza. La historia es muy simple: Nancy Cárdenas y Tina Galindo unen fuerzas con Carlos Monsiváis, Juan Jacobo Hernández, Luis Prieto y otros amigos. Se decide crear un grupo: el Frente de Liberación Homosexual. Reuniones. Discusiones. Encuentros. Y muchos desencuentros. Lo que dio al traste con todo fue un acto de convivencia en el campo. Me explicó: los hombres y las mujeres, gays o no, van al baño de manera diferente. Un serio conflicto en el campo, y en el baño si los hombres no limpiamos los orines… Las formas de ser más íntimas, las del cuerpo, en la cotidianeidad, pueden provocar la ruptura. Otro hecho generalizado: los hombres gays son falócratas, además del uso que se tiene del recto (pareciera que no viene al caso, pero recomiendo la lectura de ¿El recto es una tumba?, de Leo Bersani -el poder está en el ano, no en donde se cree-). Aunque muchas mujeres gays están muy lejos de la falocracia: la vagina es esencial; el resto, simples aditamentos. ¿Quiere lo anterior decir que las lesbianas mantienen una postura similar a la falocrática? Quizá no…o para algunas, sí. Mucho han cambiado las generaciones. Hoy, para una mayoría de lesbianas y mujeres bisexuales el placer genital está más allá de la vagina. En última instancia, son las lesbianas las que deben responder a estas afirmaciones. Pero decía, en aquel encuentro del campo, un personaje conocido, José María Covarrubias –histórico líder del movimiento gay, fundador del Círculo Cultural Gay-, después de aguantar los insultos que las lesbianas le proferían burlándose de su tartamudez y sus mariconerías, él termina insultando a las mujeres: ¡Pues si no pueden mear paradas, no es mi problema! Y delante de todas se puso a hacer sus necesidades. Peor: les gritó como nos podrían insultar los machos u homófobos: -¡Malditas marimachas, tortilleras! Atónitas primero, y molestas ante la circunstancia, Nancy Cárdenas –fundadora por antonomasia del movimiento homosexual mexicano, directora de la controvertida obra, Los chicos de la banda, abiertamente lesbiana en el programa de Jacobo Zabludovsky, 24 horas, feminista de toda la vida–, le propinó una cachetada, y después, en silencio, todas las mujeres abandonaron el campamento. (Hay que detenerse en este punto: insultarnos con el lenguaje homofóbico de los otros que no son nosotros, sin duda no es igual a reivindicar esas palabras, como una apropiación del movimiento gay, y para acabar con el carácter denigrante de esas palabras -igual que puto, joto, maricón, y súmenle las que quieran-.) Obviamente, después de aquél incidente, ellas hacen su propio grupo, y ellos continuaron por su parte. Cada quien sigue su rumbo. Aquello sucedió en 1971. El destino estaba marcado para ambos bandos. Me detengo aquí porque a la historia hay que verla en partes. Entender primero la realidad, la dificultad de que hombres y mujeres luchen por los mismos propósitos cuando tenemos diferentes principios, pero, sobre todo, vamos al baño de muy, pero muy diversa manera. Eso es lo que importa entender, como principio. ¿O no?

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