Por Arely Torres Miranda Esta época electoral, sin duda, es la peor que me ha tocado desde que soy mayor de edad, eso, o por circunstancias de la vida terminé siendo un poco más exigente en lo que quiero de aquellos hombres y mujeres que ocupen puestos de elección y -casi creo que se les olvida- REPRESENTACIÓN popular. Dicen que cada pueblo tiene el gobierno que se merece y aunque siempre me ha hecho enojar ese dicho, porque me niego a admitir que nos merecemos estos abusos, creo que es hora de admitir que hay mucho de cierto en ese enunciado. Realmente ¿A quién le interesa la política? Cuando platico con amigos y amigas, casi siempre sale a relucir aquella frase de que “no hay que hablar de futbol, religión o política”, porque nunca nos vamos a poner de acuerdo. Y así crecemos, huyéndole a un tema que debería ser fundamental en nuestra vida diaria. Hemos asumido que la política sólo les importa a aquellas personas que van tras una curul o un puesto público y a mi personal punto de vista, no hay nada más falso que eso. A todas las personas, como ciudadanía, debería de importarnos la política. De hecho, el ejercicio de la democracia es un derecho humano y cuando hablo de democracia no sólo se trata de ir el día de las elecciones y votar por un candidato o candidata, la democracia implica involucrarnos en la vida política del país y ¿Por qué no? Vigilar la actuación de quienes son nuestros/as representantes…nada más que se nos olvida. Por ejemplo, en el estado de San Luis Potosí tenemos la gran ventaja de poder presentar iniciativas ciudadanas con aquellas leyes que puedan ser necesarias para el bienestar de nuestra sociedad ¿Cuántas/os de ustedes han hecho ejercicio de ese derecho? ¿Cuántos/as de ustedes han vuelto a ver al diputado o diputada de su distrito? ¿usted amable lector o lectora ha asistido a los informes legislativos de su representante popular? ¿Ha hecho o enviado observaciones al informe de su presidente o presidenta municipal? ¿Al del gobernador? … por eso dicen eso de que cada pueblo tiene el gobierno que se merece. El otro día, mientras impartía un taller de Derechos Humanos y hablaba de la democracia, alguien me dijo que para qué servía participar, “si de todas formas los partidos eran una cochinada y finalmente los políticos hacían lo que les daba la gana sin que nadie les diga nada” (sic) … Me gustaría decirle que si sirve de algo participar, que si tenemos el derecho de decirles algo a quienes hacen la política, pero desgraciadamente, son pocas las historias exitosas al respecto. No queda más que seguir y por lo pronto, en estas próximas elecciones seré muy cuidadosa a la hora de elegir en quién depositaré mi confianza. De inicio, no votaré por aquel o aquella candidata que no utilice lenguaje incluyente, si es incapaz de nombrarme, es que no le interesa el tema de género más allá de lo “políticamente correcto”, es decir, como mera pose falsa. Tampoco votaré por aquel partido que entre sus filas tenga a hombres o mujeres que hayan cometido algún delito en contra de las mujeres, ya saben, maltrato, misoginia, cosificar a mujeres en fiestas o fuera de ellas, redes de trata, etc. Tampoco votaré por aquellos candidatos o candidatas que anden “chapulineando”, es decir, que hayan abandonado ya un cargo público para ir por otro cargo dejando pendientes o sin cumplir las metas, (aquí me daré la libertad de hacer excepciones evaluando su rendimiento legislativo). Tampoco votaré por nadie que no esté dispuesto a entregar planes de gobierno o planes de trabajo REALISTAS, con fechas, presupuestos, indicadores y sobre todo, que todas las políticas que propongan contengan perspectiva de género. Siendo así mis reglas para votar, casi estoy segura que una vez más emitiré un voto nulo… espero me equivoque. Y ustedes ¿Por quién van a votar?
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