Por Roberto Grajales Unidad, es lo que claman los partidos electorales en la víspera de las campañas políticas. Todos hablan de la unidad, pero habría que cuestionarnos ¿Qué clase de unidad es la que proclaman? Los candidatos PRIístas se hacen llamar los “candidatos de la unidad” y no está demás profundizar en las razones por las cuales estos candidatos se hacen llamar así. El país ha estado en un proceso de fascitización desde hace ya algunos años. La militarización, la normalización de la violencia, el asedio constante a los movimientos sociales y los castigos ejemplares, no son más que síntomas de este proceso de la construcción de un estado fascista. Durante las décadas de los 60 y 70, México vivió un autoritarismo pleno, un corporativismo sindical que arrancaba el poder de decisión de los obreros, campesino y empleados. La guerra sucia fue el resultado del control autoritario del estado sobre la sociedad “libre”. En las siguientes décadas, con la llegada del neoliberalismo, el estado cambio sus formas, pero siguió con las mismas estrategias. El endeudamiento con los organismos internacionales y los tratados de libre comercio eran las razones por las cuales abandonaron (momentáneamente) el discurso de control nacionalista, para hablar de democracia y libertad. La alternancia en el poder de los partidos políticos creó un escenario digno de Broadway para hacernos creer que las cosas cambiarían. Sin embargo, vemos que las cosas siguen peor de cómo estaban y nos damos cuenta con tristeza, que pese a los discursos, el autoritarismo nunca se ha ido. Ahora, a tres años del regreso del PRI (que ciertamente nunca se fue), el país está al borde de un estallido social y previendo esto, es necesario para el estado fijar sus nuevas reglas de control, es decir, concretar su proyecto fascista. ¿De qué otro modo podrían gobernar? Es ahí donde vemos a los gobernantes y aspirantes a ocupar los puestos de poder, usando conceptos y formas totalmente fascistas, la unidad, una de éstas. Los fascistas del siglo pasado hablaban de vivir en una realidad colectiva, donde todas las divergencias se coordinan y se armonizan en la unidad del estado. Los gremios corporativos se alinean al estado y defienden sus intereses. Y en nombre de la unidad, destruyen todo lo que atente contra el protector supremo de la libertad fascista y considera que la empresa privada es la principal esfera de la producción y por tanto, la más útil para los intereses de la nación. En una frase, el fascismo es la unidad inclusiva de la redención de una nación a su estado ¿Qué tan lejos está esto de la realidad en la que vivimos? Basta con ver la redención de los sindicatos corporativistas y algunas ONG´s, del cambio de concepto de las instituciones de federal a nacional y por supuesto, el respaldo total del ejército y las corporaciones policiacas a las acciones deshumanizadas del estado. Por otro lado, los partidos de oposición y los autodenominados de izquierda, hacen un llamado a la unidad como pueblo, para acabar con el tirano; sin embargo, esta unidad no pretende destruir el estado, sino perpetuarlo y en su camino, fragmenta y aniquila los movimientos sociales y solo se cuelga de sus banderas en busca de votos, que les permitan a ellos vivir también los privilegios que brinda el estado burgués. Tal vez están en contra del fascismo, pero no en contra del sistema capitalista, que es el que genera la explotación y marginación de los proletarios. Esta constante demagogia hacen al proletario reaccionario, pues los llamamientos de los partidos políticos y el Estado, es decir, de los ideólogos y los políticos de la burguesía, sólo pueden desorientar a los trabajadores y tomar por aliados a los peores enemigos del proletariado y sólo frenan la lucha de los trabajadores por su emancipación, en lugar de contribuir a intensificar, esclarecer y organizar mejor esta lucha. La unidad proclamada entonces por los partidos políticos del color que sean, solo llama a la desmovilización de los trabajadores y a la sumisión ante la burguesía, nacional y/o extranjera. Y es en esto, lo único en que radica su diferencia, en el amo a quien pretenden que nos sometamos. ¿Necesitamos una unidad? Los partidos políticos electorales, en su llamado a la unidad dividen a los trabajadores por colores y la unidad que necesitamos, es una unidad proletaria que planteé de lleno la destrucción del estado burgués y de su sistema capitalista. Esta unidad debe ser de clase, basada en principios. Una unidad que respete las diferencias culturales, las lenguas, el género y que tenga como principio común el que todos somos de la clase trabajadora. En otras palabras, una unidad que entienda que somos iguales porque somos diferentes. Si algo hay que temer de la derecha, es que en su llamado a la unidad, fija una postura de clase y la defiende con todo los instrumentos que tienen. Debemos entonces darnos cuenta que hemos sido siempre, víctimas necias del engaño ajeno y propio, y lo seguiremos siendo, mientras no aprendamos a descubrir detrás de todas las frases, declaraciones y promesas morales, religiosas, políticas y sociales, los intereses de una u otra clase. La lucha de los proletarios contra el estado y el sistema capitalista debe ser una lucha a muerte, pues aunque los pacifistas se pronuncien en contra de la violencia, no hay que olvidar que el estado burgués si está matando a nuestros hijos y que es nuestro deber defender la vida, incluso con la muerte.
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