Por Verónica Lozada En ambos casos, se trata solamente de “chivos expiatorios”. Permítame explicarle. Primero veamos ¿Qué es un chivo expiatorio? El testimonio más antiguo lo encontramos en la legislación mosaica, que celebraba un rito anual—Ley de Expiación— el día diez del mes séptimo de cada año—el diez de Tishrei—, ahí debía participar todo el pueblo. También se le conoce como el “Día del Gran Perdón”, Yom Kipur en hebreo. En ese ritual, se buscaba obtener el perdón para los pecados de todo el pueblo, y para tal efecto, se elegían al azar a dos chivos o machos cabríos; uno era sacrificado a Yahvé y sobre el otro se echaban todos los pecados y culpas del pueblo, luego lo llevaban al desierto y ahí lo abandonaban. Con eso, liberaban de culpa la psique colectiva, puesto que el chivo se llevaba todas las maldades de ellos a tierras deshabitadas, y evitaban también el castigo que de otro modo, habría permanecido punzándoles la conciencia e impedido que se acercaran a Yahvé; así funcionaba en esa cosmovisión. Segundo, nuestra legislación no contempla la expiación como medio de purgar o absolver las penas—al menos no de esa forma; pues el llamado perdón del ofendido, contemplado en nuestro Derecho, solo procede en delitos privados, es decir, aquellos que se cometen contra persona/s asignable-s—Juan, Pedro, María, etc.—, a diferencia de los semi-públicos o públicos que ofenden a una parte de la comunidad, o que producen algún peligro común a todos los miembros de la sociedad o Estado o a un número indefinido de individuos no asignables. O sea, no es lo mismo que Pedro Martínez mate a Juan Pérez; a que a Juan Pérez lo maten unos policías; ahí hay responsabilidades públicas evidentes. Lo mismo que con la desaparición, no es lo mismo que un delincuente “x” desaparezca a Juan Pérez, a que un policía detenga a Juan Pérez y después de eso, no se sepa más de Juan Pérez; ver el Código Penal Federal, son delitos cometidos por servidores públicos y no pueden ser tratados como simples resultados de la delincuencia “común”. En ambos hay responsabilidad del Estado, que no debe eludirse bajo ninguna fórmula oscurantista. ¿Qué importancia tiene distinguir entre un verdadero culpable y un chivo expiatorio? Si nuestra legislación no contempla la figura de expiación, sino la aplicación de castigo o penalidad según el tipo de delito cometido ¿Por qué seguimos hablando de “chivos expiatorios? Simplemente, porque esa es la designación para una persona o grupo de ellas, a quienes se quiere hacer culpables absolutos, o de algo que son en parte, o en el peor de los casos, de algo que no son—los Abarca, los policías, etc.—. No estoy defendiendo la inocencia de los Abarca o de los policías, lo que estoy diciendo es que ambos son chivos expiatorios y si son chivos expiatorios, sigue pendiente la respuesta, ¿Quiénes son los verdaderos culpables? ¿Cuál es la importancia de que entendamos eso? ¿Quiénes son entonces los verdaderos culpables? En un presidencialismo como el nuestro, donde todas las decisiones se centralizan y no hay nada que se brinque la vara del presidente ¿Un presidente municipal se manda solo? ¿Puede hacer y deshacer a su antojo él solo? ¿De veras no tiene a quién reporte, no tiene “jefes”? No me refiero a su jefe el pueblo, no peque de ingenuo, claro que no. ¿A poco cree que les importa la voluntad popular, que se supone los hizo llegar al poder? No, deje de soñar y ubíquese en la realidad—por su jefe entienden al gobernador del Estado; ni siquiera a su Congreso local, con ese $e ponen de acuerdo o se lo brincan cuantas veces les convenga. Lo mismo los gobernadores de los estados, bajan ordenes de arriba, ni siquiera un vistazo a sus límites de ley. Entonces, habida cuenta que los presidentes municipales no se mandan solos, sino que responden a los intereses de quienes los han puesto—los que pagan la campaña o a quien le compran la posición—vox populi y praxis de la cotidianidad. Además, siendo el presidente, al mismo tiempo, comandante supremo de las fuerzas armadas—Ejército Mexicano, Fuerza Aérea y Armada de México—, quien nombra al procurador general de la República; de mayoría en el Congreso con el PRI, en alianza sempiterna con el PAN y partidos rémoras—Chuchos, Panal y dizque PVerde; quien propone a los magistrados de la Corte suprema de Justicia del país, el INE antes IFE, el Tribunal Electoral, la CNDH, vaya, hasta la Función Pública, todo en realidad. Le pregunto ¿Dónde NO está el dedo presidencial? Como ya ha sido ampliamente documentado y consigna Carlos Fazio, en su editorial de la Jornada, del día siguiente de la masacre—desde las 21 horas del 26 de septiembre, el gabinete de Seguridad Nacional recibió reportes y comunicaciones sobre qué estaba ocurriendo en Iguala. La detención-desaparición de los 43 normalistas ocurrió con el conocimiento, en tiempo real, de agentes de la Procuraduría General de la República y del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen/Gobernación), y los mandos de la Secretaría de la Defensa Nacional. No se puede argüir fallas de inteligencia; tampoco dudar de la movilidad y capacidad de respuesta del Batallón de Infantería 27, acantonado en esa ciudad desde los años 70. Es previsible que alguien haya informado al responsable de la cadena de mando y comandante supremo, el Presidente de la República. http://www.jornada.unam.mx/archivo_opinion/autor/front/48#sthash.yfemlkXo.dpuf Así que, dígame, ¿De verdad cree que Abarca se mandó sólo en Iguala? ¿De veras es él el autor intelectual de la masacre de Ayotzinapa? ¿Tenía el poder Abarca para que el Ejército se aliara en la masacre contra los normalistas? El 27 Batallón de Infantería está justo enfrente de donde ocurrió la masacre ¿Por qué no hizo nada el ejército para proteger a los normalistas? ¿No se supone que están para defender a los mexicanos? ¿Sigue pensando que Abarca es el único culpable? ¡Tan chulos ellos, unas blancas palomitas el gobernador Aguirre y el presidente! Ni el 28 de diciembre… Lo mismo Bolonchén ¿En qué lugar del país los policías se mandan solos? ¿En Bolonchén? ¡Por favor, eso es para Ripley! Cualquiera con dos dedos de frente no pasa a creer eso. ¿A las órdenes de quien responden los policías? No pregunto a la orden de quien deben estar, porque eso es casi utópico, pero no se supone que los policías actúen contra sus patrones, los ciudadanos. Imposible que los policías tomen decisiones solos en cuanto a cómo conducir su ejercicio policial; ciertamente, reciben directrices desde sus altos mandos. Un ejemplo, los retenes—inconstitucionales—que se han logrado establecer apalancándose en el miedo de la gente y en aras de la dizque seguridad. En una de esas ocasiones, el policía que me detuvo y me pedía bajar de mi automóvil, le pedí identificarse, pues solamente portaba uniforme negro con gorra del mismo color, eso sí, bien armado; le dije, identifícate tú, quién eres, por qué me detienes y por qué me pides bajarme. Obviamente, se negó a identificarse y arguyó que era policía, a lo que le respondí—demuéstralo, pues tu uniforme ni logotipo tiene, ni nada que me diga que eres autoridad, y esto que haces es un acto ilegal, anticonstitucional y voy a defenderme, tú no me puedes hacer esto—y me respondió, mire yo solo obedezco ordenes, a mí me mandan aquí y debo llevar a cabo estos retenes, yo no tengo la culpa de no traer uniforme con logo, ni identificación, y después de todo, le pido de favor que se queje para que mis superiores hagan conciencia de que no me pueden estar mandando así, a hacer estos operativos en los que nomás nos ganamos que los ciudadanos la tomen contra nosotros los policías. Excelente razonamiento del policía; ellos no se mandan solos. Ellos son los enviados a obedecer órdenes injustas e ilegales, que si salen mal, terminarán siempre embarrados, mientras que los verdaderos culpables permanecen intocables en sus bunkers institucionales. Por eso policías, ustedes saben si siguen obedeciendo órdenes injustas y contrarias al Derecho, porque al final, los van a dejar solos, rascándose con sus uñas, los de arriba jamás se tentarán el corazón con ustedes. Es como tomar una aspirina para quitar el dolor de cabeza, sin considerar el mal mayor que nos está avisando el dolor de cabeza; así, los chivos expiatorios son entregados para no ir al fondo del asunto. Son aspirinas que resuelven el dolor de cabeza, pero dejan la infección que está azotando a todo el cuerpo y sus jefes lo saben, por eso los lanzan para callar el reclamo social. Los chivos expiatorios son un recurso bastante recurrido como método de control social; ayudan a contener la irritación social que demanda justicia y no llegar a los verdaderos culpables; distraen y evitan ir al fondo del asunto o como se dice vulgarmente—salir del paso. Para quienes controlan el poder, los chivos expiatorios sirven como válvula de alivio, y los usarán cuantas veces el pueblo se deje engañar, porque ellos saben bien, que ir al fondo del asunto los haría caer también a ellos. Por tanto, como en esa obra maestra de Lope de Vega; en que el pueblo cansado de los robos, corrupción, atropellos y crueldades del Comendador, deciden hacer justicia por mano propia y cuando el juez pregunta en el juicio ¿Quién mató al Comendador? El pueblo responde como colectivo, compartiendo la culpa: “Fuente Ovejuna, señor”; aquí, con toda certeza, a la pregunta de quién es responsable de la muerte del ciudadano de Bolonchén y quién el responsable de la muerte de normalistas, ciudadanos sin deberla ni temerla y desaparición forzada de estudiantes; concuerdo con la respuesta contundente que el pueblo ha venido gritando cada vez con más certeza: ¡Fue el Estado!
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