Por Roberto Grajales Ayotzinapa está en boca de todos. Por las calles, se oyen los reclamos de justicia. Pero arriba, en las esferas de poder, los políticos insisten en tirarse la bolita, como si se tratara de un simple “se quema la papa”, a ver quién es el que resulta quemado. Lo cierto es que las balas que asesinaron a los normalistas e hicieron desaparecer a 43 más de ellos, han puesto al descubierto una realidad que todos sabemos, pero que nadie se atreve a decir: El Estado y el “crimen organizado” son exactamente lo mismo. El Estado camina de la mano con el crimen organizado ¿Por qué? Claro está que es a través del miedo que han militarizando el país. La guerra contra el crimen organizado, que emprendiera Calderón, sirvió para acostumbrarnos a ver militares y federales por las calles; nos lo hicieron cotidiano. Con el regreso del PRI, la guerra acabó (pues ya no era necesaria), pero la militarización continuó. ¿Quién no recuerda la formación de las autodefensas? ¿Pero quién las formaría? ¿Son lo mismo que las policías comunitarias? Para empezar, tenemos que establecer las diferencias entre ambas. Las policías comunitarias responden a una asamblea, no actúan sin la aprobación de ésta y su enemigo es el Estado, el crimen organizado y la ignorancia, que son los factores que los mantienen o mantenían oprimidos. Las autodefensas, en cambio, tenían un orden jerárquico y su enemigo es el crimen organizado, específicamente, el enemigo que el Estado designe, en el caso de Michoacán, lo son los Caballeros Templarios. Y claro, la diferencia de armamento lo dice todo. Los Caballeros Templarios aterrorizaron Michoacán, las autodefensas lucharon contra ellos, pero su fuerza no era suficiente, y ahí es donde el Estado intervino. Crearon las condiciones para la militarización completa de Michoacán. ¿Por qué otra razón Televisa dio cobertura exclusiva a los ataques de las autodefensas? Después vino la integración de las “policías rurales”, que no fue más que la oficialización de un grupo armado por el Estado, y quien se negó a ser “oficial”, fue encarcelado. Con Ayotzinapa, la estrategia fue la misma, crear terror, culpar al crimen organizado (en este caso Guerreros Unidos) y enviar a las fuerzas federales a un estado donde las policías comunitarias han limpiado de crimen organizado la sierra completa. Y aunque suena tan de película, no hay que olvidar que Oscar Naranjo fue asesor de seguridad al principio del gobierno de Peña Nieto. Oscar Naranjo (un experto en contrainsurgencia), quien logró el desprestigió internacional de las FARC-EP, el grupo guerrillero más antiguo de Latinoamérica, que ha luchado por décadas por la liberación de Colombia. ¿Qué salió mal entonces en Guerrero? El Estado no esperaba la solidaridad, el Estado no esperaba que las voces se unieran bajo una misma consigna ¡Vivos los queremos! Pero esto no ha hecho retroceder al Estado, solo lo ha hecho cambiar de estrategia. Porque la militarización de Guerrero continúa, “se blindarán 17 municipios más”, alardean. Se militarizara Guerrero para tenerlo bajo control, es lo que realmente quieren decir. Los medios de información comerciales condenan la “violencia” que generan (según ellos) las protestas, pero no condenan la violencia que el Estado ejerce sobre los pueblos de México, por que como dijera Cortazar: “Es muy importante comprender quién pone en práctica la violencia: si son los que provocan la miseria o los que luchan contra ella”, y eso es algo que no quieren que comprendamos. Están de más las fotos circulantes de los políticos con miembros del crimen organizado. Nosotros sabemos que el Estado, todas sus instituciones, todos sus partidos políticos (todos) y todos sus líderes de opinión son parte del mismo circo de la democracia burguesa. Y con esto nos queda más que claro que la vía electoral no es la vía. ¿Es tan difícil la búsqueda, que el Estado, con toda su fuerza, no ha podido encontrar a los estudiantes? ¿Es más importante guardar las apariencias? Claro que el Estado sabe dónde están, pero evalúan los costos de revelarlo, de ahí la urgencia de militar la zona, antes de cualquier declaración que afirme el terrorismo de Estado, que es más que evidente. ¿A que le apuesta entonces el Estado? A lo mismo que le ha apostado siempre, al cansancio, a la desesperanza, al desgaste, a la resignación, al olvido. Quieren que olvidemos, que los olvidemos, que nos olvidemos. ¿Y a que debemos apostarle nosotros en estos tiempos de amnesia obligatoria? A la dignidad, a la rebeldía, a la memoria. Para que caigan los responsables, es necesario que caiga el Estado.
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