DestacadosOpinionLa pugna del espacio público: Las pintas feministas como expresiones artísticas.

Ronny Aguilar30/03/2021

Columna por: Astrid Dzul Hori

La pugna del espacio público: Las pintas feministas como expresiones artísticas.

Tomar las calles implica poner el cuerpo, manifestarse a partir de la vulnerabilidad de la vida y de la contingencia que cada espacio lleva consigo. Más allá de sólo tomar las calles en fechas emblemáticas o para demandar algo colectivamente, se trata de tomar los espacios que habitamos todos los días. Cada una los toma según su respectiva profesión u oficio y sus prácticas cotidianas. En ese sentido, cada una tiene herramientas diversas según su posición localizada y, por tanto, cuenta con responsabilidades de acuerdo con los procesos en los que está involucrada. Por ejemplo, las formas de tomar espacios son diferentes para las maestras, abogadas, médicas, contadoras, madres de familia, artistas, pensadora, escritoras, etc. Las trincheras son diversas, pero no por eso se distancian de objetivos comunes.

Los movimientos feministas y de mujeres han detonado nuevas formas de tomar y habitar los espacios cotidianos. Esto ha propiciado que el espacio público se convierta en un espacio en pugna: por un lado, la lucha constante por la visibilización y las denuncias, y, por otra parte, la intención de borrar, desconocer y oscurecer los hechos con el fin de apegarse a una agenda política, muchas veces ineficiente o simplemente desinteresada en el tema. En el ejercicio de visibilizar se han involucrado la estética y la creatividad de las participantes. Un ejemplo sumamente emblemático fue la intervención Un violador en tu camino, que fue objeto de burla y de críticas como “viejas ridículas” y “qué van a conseguir cantando”.

Es paradójico que sea cual sea la forma en que nos manifestemos, será considerado incorrecto, inapropiado, ridículo, etc., por quienes no aceptan o no están de acuerdo con las movilizaciones feministas y de mujeres. Me pregunto si estos comentarios no se fundamentan en la idea tradicional de que las mujeres no pertenecen al espacio público. De igual manera, que sus prácticas de denuncia corrompen los estereotipos de delicadeza, sutileza y refinamiento con el que históricamente hemos cargado en nuestros hombros. 

En fin, la pugna del espacio público se da en parte por las intervenciones en monumentos y paredes. Y no se trata de intervenciones por el simple hecho de rayar, sino que cumplen con un propósito político y cuentan con una elaboración creativa. En esta columna, exploraré algunos ejemplos que responden al último eje temático de la exposición virtual “Paredes Rayadas”, en Salón Virtual de Arte: las pintas feministas como expresiones artísticas. Para ello, abordaré algunos ejemplos y su importancia dentro del ámbito de lo político.

Me parece que la idea de las pintas feministas como expresiones artísticas podríamos abordarlas de dos formas: 1) las intervenciones en las calles con consignas feministas y con los rostros de víctimas de feminicidio (utilizando otros formatos, es decir, no necesariamente grafiti), y 2) la recuperación de las pintas feministas.

En el primer caso, tenemos como ejemplo a Paste Up Morras (@pasteupmorras), una colectiva de morras que intervienen las calles a través de la técnica de paste up (“carteles callejeros” que suelen hacerse a mano o impresos en papel fino). Estas mujeres recuperan las consignas feministas de denuncia y de autocuidado, los nombres de las víctimas de feminicidio, y símbolos de la cultura popular ligados a las mujeres para tapizar las paredes de las calles. No sólo en las principales delegaciones de la CDMX, sino también en los márgenes, como Ecatepec, Nezahualcóyotl e Iztapalapa. Este tipo de prácticas ha convertido el paste up en una cuestión colectiva, no sólo individual, y ha llenado las paredes con mensajes y representaciones que remueven la cotidianidad de lxs transeúntes.

En el segundo caso, está el proyecto Borré las paredes de las pintas de la fotógrafa y socióloga Diana Cano (@dianae.cano). Diana comparte que el proyecto se centra en los mensajes (de las pintas): cómo es que tienen un periodo corto de vida y que, si no es por el recurso de la imagen fotográfica, difícilmente se recuperan. Esto está estrechamente ligado con que circuló en la opinión pública y en las redes sociales la importancia de la protección y cuidado de las paredes con respecto al movimiento feminista. Para Diana, eso funciona como un doble discurso en contra de dichas movilizaciones. Precisamente, el trabajo que propone es quitar eso que estorba, que no importa, y dejar lo verdaderamente importante que son los mensajes contenidos en las imágenes fotográficas. De igual manera, es un posicionamiento político, ya que, al priorizar solo la transgresión al inmueble, se ignora un daño más delicado y fuerte que son las vidas de las mujeres y niñas. Borrar es un acto político.

En ambos casos se recuperan las pintas feministas de distintas formas. En el primero, se recuperan y se reproducen, y en el segundo, se recuperan para enfatizar lo que dice el mensaje por sí mismo (esto despierta algunas interrogantes: el mensaje sin el monumento y sin la pared, ¿tienen el mismo impacto simbólico y político? Y si cambia, ¿de qué manera lo hace?). Ambas formas son expresiones artísticas cuyas intenciones son la denuncia y la memoria colectiva. Por lo que juegan un papel importante dentro de lo político.

Primero, ¿por qué denominarlas expresiones artísticas? “Las expresiones artísticas reflejan las relaciones y dinámicas sociales y culturales. En este sentido las expresiones artísticas comunican y significan algo […]. Frente a todos los fenómenos culturales, ya sean de violencia, políticos, económicos, hay mecanismos de ritualización, simbolización y significación que son consecuencia de la interacción entre sujetos. El arte, desde esta perspectiva, logra recuperar y poner en un escenario interpretable este conjunto de significaciones” [1]. Siguiendo esta noción de arte/expresión artística, las consignas feministas, en sus diferentes formatos, recuperan y disponen el conjunto de significaciones que traen consigo. Es decir, no son frases al azar o gratuitas, sino que buscan tejer espacios de reflexión, de cuestionamiento y para pensar a la otra/al otro. A estx últimx le dan un lugar fuera de los lineamientos oficiales, más allá de la “verdad histórica” de la administración en curso, ya que es esta la que borra. Además, no se deja de lado el ámbito estético ni el creativo en el momento de producir el paste up o de recuperar las denuncias feministas en formatos como el que propone Diana Cano. El escenario para la interpretación es el espacio público, donde se encuentra la mirada de la sociedad nacional e internacional. 

Estos modos de expresión artística también cuentan con un tinte testimonial: se rescatan testimonios que se han desconocido social e institucionalmente. En ese desconocimiento, es que son considerados como “vandalismo”. En efecto, no se respetan los bienes de un tercero, de un tercero que no mira a su otrx. Este mismo tercero no mira el mensaje de la pinta, sólo la pinta misma. Piensa en los daños y no en cómo es que se ha llegado a ese punto, por qué las pintas se han convertido en un medio para visibilizar. Ahí es donde entra la práctica de borrar. Esta se liga estrechamente con la idea de limpieza como civilización y orden. Por eso urge remover las intervenciones lo antes posible. Es impresionante la velocidad con la que limpian después de una manifestación (y el presupuesto que destinan a dichos procedimientos): ojalá que con esa misma velocidad tomaran cartas en el asunto cuando una persona desaparece, o cuando una mujer es víctima de abuso sexual o feminicidio.

Esta urgencia de borrar está estrechamente ligada con lo político. La filósofa y politóloga belga Chantal Mouffe distingue entre “la política” y “lo político”: “concibo “lo político” como la dimensión de antagonismo que considero constitutiva de las sociedades humanas, mientras que entiendo a “la política” como el conjunto de prácticas e instituciones a través de las cuales se crea un determinado orden, organizando la coexistencia humana en el contexto de la conflictividad derivada de lo político” [2]. Para Mouffe es importante dicha distinción, ya que “las cuestiones políticas no son meros asuntos técnicos destinados a ser resueltos por expertos. Las cuestiones propiamente políticas siempre implican decisiones que requieren que optemos entre alternativas en conflicto” [3]. Cabe acotar que no es lo mismo antagonismo que enemistad. En la enemistad no hay posibilidad de llegar a acuerdos; por su parte, el antagonismo se da por desacuerdos. Aquí, la posibilidad de que las denuncias sean escuchadas está en concebir antagonismos entre las movilizaciones feministas y las instituciones, pero no enemistad. La enemistad es una de las condiciones de posibilidad de la guerra. 

Las expresiones artísticas que he mencionado forman parte de lo político. Sin embargo, si la sociedad civil y las instituciones gubernamentales conciben esto como una muestra de enemistad, entonces, las formas de resolver el conflicto serán genuinamente problemáticas y, probablemente, mortíferas. El conflicto propiamente no es algo “malo”, sino que es la condición de posibilidad para el orden; sin embargo, ¿cómo se está gestionando esta pugna del espacio público para resolver problemáticas de violencia de género? Ahí es donde son importantes los mensajes, ya que en las coyunturas “aparecen otros tipos de memorias: oficiales, singulares, marginadas, que tejen un mundo del que el arte se alimenta y propone actos reflexivos y de análisis” [4]. Por eso, son importantes las pintas feministas, en tanto que expresiones artísticas. 

Borrar es fácil. Sin embargo, a partir de concebir esta acción como un posicionamiento político, cabe cuestionarse ¿qué posicionamiento tener respecto a qué borrar y qué no borrar respecto a la pinta feminista? De igual manera, cuestionarnos sobre las calles que habitamos y cómo las habitamos, ¿por qué se ha llegado al punto de disponer de las paredes como espacio de denuncia y de tablero de mensajes para continuar construyendo colectividad en torno a las violencias de género?

Para entender estas expresiones artísticas es de suma importancia hacer especial énfasis en los símbolos que las integran y los mensajes que tienen. Un solo cartel, dibujo o grafiti en la calle puede significar muchas cosas. Las que tienen la intención de visibilizas y denunciar no se plasman ahí de manera gratuita ni azarosa. Esos mensajes son el apalabramiento de la violencia en las paredes de quienes la sistematizan y la ocultan. El arte es una trinchera que responde a este contexto. En ese sentido, ¿qué podemos aprender de ello?

Referencias

[1] [4] Chacón-Cervera, Juan y Óscar Julián Cuesta-Moreno. “El grafiti como expresión artística que construye lo político: pluralidad de mundos y percepciones. Una mirada en Bogotá”. 

[2] [3] Mouffe, Chantal. En torno a lo político. México: Fondo de Cultura Económica, 2007.

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