Coordenada
Por Lupita Ramos
Desde 1997, llevo el registro puntual de todos los asesinatos de mujeres en la entidad.
Comencé a realizar el registro como parte de la investigación académica para mi tesis doctoral, después seguí documentando todos los casos como parte del activismo y defensa de los Derechos de las Mujeres para visibilizar las graves problemáticas de violencia y los feminicidios en el Estado.
Es una labor muy dolorosa, me cambió la vida y la forma de mirar una ciudad que tanto amo.
Ahora los cruces de calles me recuerdan los nombres y casos de alguna mujer asesinada.
No es la primera vez que el dolor se acrecienta al reconocer el nombre de la víctima. Quedo doblemente impactada, adolorida, indignada.
La indignación se acrecienta cuando escucho y leo las notas periodísticas, las declaraciones institucionales y todas las expresiones machistas que tratan de justificar, minimizar, conjeturar alguna posible explicación, que indique la razón del asesinato, casi siempre por la conducta de la propia víctima, es decir, ellas que ya no están aquí para defenderse, quedan sujetas al escrutinio público respecto de su vida privada, su conducta, su forma de vestir o de relacionarse, etc., dan detalles de su domicilio, su trabajo, su vida privada e información diversa que solo atañe a quien realiza la investigación criminal y por supuesto a su familia.
Conocí hace aproximadamente 10 años a Margarita Villaseñor, quien participó algún tiempo en la Agenda Feminista de Jalisco. Ella es (si, en presente) una mujer luminosa, activa, emprendedora, creativa, amorosa. Muchas cualidades para hablar de ella.
Como todas, no merecía morir asesinada, como tampoco merecía ella y su familia, el trato mediático e institucional que se ha dado a la noticia de su feminicidio: de inmediato comienzan las conjeturas sobre la víctima (que si tenía una relación íntima, -fiscal central en Jalisco dixit), que si se trató de problemas sentimentales (Notisistema dixit) y otros medios que reproducen expresiones machistas y misóginas: “Su obsesión lo convirtió en asesino: mató a su vecina al no poder tenerla”, “De acuerdo con las autoridades municipales, detrás del asesinato está un tema pasional”, “Familiares comentaron que la mujer se había separado de su marido, y que inició una relación de amistad con su vecino, el cual trató de conquistarla en varias ocasiones, pero como lo rechazó se obsesionó con ella”.
“En días recientes, la mujer habría decidido retomar su matrimonio, lo que desató la furia del sujeto, quien la tarde de ayer, al ver que llegaba a su casa, la asesinó y luego se suicidó”. “Mató a su vecina por romperle el corazón”.
Hace tiempo leí un post que me impactó, decía más o menos así: “si llegan a encontrar mi cuerpo sin vida, no me suicidé, no quería morirme, tampoco hice nada para que eso ocurriera, ni traer la falda corta, ni tener una relación íntima con alguien, no es un crimen pasional. Por favor, investiguen mi feminicidio”.
La violencia machista, la violencia institucional y la violencia en los medios son parte del mismo engranaje. Las violaciones a los derechos humanos de las víctimas se hacen presente en todos los que participan en ese engranaje: el hombre que disparó su arma, la fiscal que hace declaraciones sobre la vida de la víctima y los reporteros y medios que reproducen notas sexistas.
Ni tú, ni las demás mujeres merecían morir por la violencia machista, querida Margarita, tampoco merecen seguir siendo violentadas después de morir.
@lupitaramosponce