DestacadosOpinionAquel 19 de octubre del 97

admin15/10/2014

24tenabo ¡Crónicas del T´nab! Por Eudaldo Chávez Molina “Nunca más un pueblo de rodillas y en silencio”: Layda Sansores De acuerdo al sentir del pueblo y de las boletas contenidas en las urnas, Layda Sansores San Román ganó la gubernatura en 1997, pero un fraude electoral la privó del triunfo. Una jornada que sepultó la incipiente democracia en Campeche, y ensombreció el horizonte de las libertades ciudadanas. Entonces, acompañada de miles de campechanos emprendió acciones de resistencia civil pacífica en todo el Estado, y durante ocho meses, monta un campamento en la Plaza de la República de la capital campechana. Durante ese año, el 11 de septiembre y después el 19 de octubre, Layda Sansores y sus simpatizantes fueron brutalmente reprimidos por la fuerza bruta, al mando del  gobierno del Estado, mediante golpes, toques eléctricos y “manguerazos” de los granaderos. Sin embargo, pese al embate del gobierno para silenciar voces disidentes y cooptar liderazgos, la lucha siguió con marchas y mítines, y el ocho de marzo de 1998, se descubre un centro de espionaje en el centro de la ciudad, quedando de manifiesto la intervención telefónica sufrida por Layda Sansores San Román y sus simpatizantes, en su afán de detener este movimiento social que sacudió la conciencia de miles de campechanos. Los movimientos sociales son genuinamente la expresión de todo un pueblo, la ciudadanía que participa muestra una solidaridad hacia quienes aún sufren de las injusticias de un régimen represor, recreado con el retorno del PRI con aroma porfirista. Se trata de la unión para conseguir soluciones a problemas comunes e históricos. Es la voz de un pueblo que se levanta y dice ¡Basta! Es el sentir de un pueblo que alza la voz para pedir justicia. En el Estado de Campeche, ha habido varios movimientos con tintes sociales, pero ninguno como el Movimiento de Resistencia Civil del 97, generado luego de una elección fraudulenta que dejó profunda huella en el sentimiento popular. Un herida social que aún sangra. Eso sucedió aquel 19 de octubre del 97, y no se olvida. Pudiera ser considerado como una continuación de la Guerra de Castas, que fue un movimiento social de los nativos mayas iniciaron en 1847, originado por la explotación de los blancos contra los mestizos. Cuya crueldad se ocultó para desconocimiento de las generaciones futuras, aunque fue psicológicamente impactante para las nuevas generaciones, que se enteraron después. No se había dado otro movimiento que marcara para siempre la conciencia de los campechanos, pero por su trascendencia en la apertura de nuevos caminos democráticos, que aún no llegan, la Resistencia Civil Pacífica encabezada por la actual senadora de la República, Layda Sansores San Román, luego de que el sistema le arrebatara el triunfo en las urnas, es un movimiento social que no tiene retorno. Fue una lucha social, un parteaguas donde participaron campechanos libres, ciudadanos que no habían sido hechizados por el poder y el dinero. Miles de campechanos escribieron una nueva historia de dignidad y de orgullo. Se contó con la injerencia de campechanos que no habían sido hipnotizados, ni subyugados por el encanto del dinero. Fue una rebelión social que ha sido registrada por la historia, es la viva la expresión y defensa de los derechos humanos, esa que cuando se violenta, desde abajo enlaza dolores, esperanza, rabia, indignación, y optimismo por conseguir un mundo donde soñar hasta alcanzar la justicia. Este fue mi testimonio de aquella noche brutal de la represión de aquel 19 de octubre del 97, inolvidable noche que dejó honda huella en mi conciencia, y maduraron la de mis hijos, en ese entonces todos menores de edad, que llevaba en los brazos y en las manos como cadenas de esperanzas. Ante la explosión de los gases lacrimógenos, los golpes y “manguerazos” mandados por la horda oficial, de un gobierno fortalecido en la fuerza bruta, todos nos aferramos a la protección de Dios, y como aves en busca de un oasis de paz, corrimos hacia el malecón para resguardar la vida de mis hijos. Aún me pregunto si tenía el derecho de exponerlos ante tanta brutalidad desatada. A 17 años de este movimiento de resistencia civil pacífica, guardo el privilegio de haber vivido esta experiencia. Hoy podemos decir que abrimos brechas democráticas por donde transitan nuevas esperanzas de una vida mejor. El futuro no le pertenece a nadie, hay que salir a perseguirlo segundo a segundo. Es tiempo aún de salir a recoger nuestro orgullo de pueblo digno. Y como en aquel 19 de octubre del 97, que nadie nos robe la esperanza. Ante esta afrenta al pueblo, ni perdón, ni olvido.

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