Por Astrid Dzul Hori
Chernóbil: memoria de una herida nuclear
“[…] ¿de qué dar testimonio, del pasado o del futuro? Es tan fácil deslizarse a la banalidad. A la banalidad del horror…Pero yo miro a Chernóbil como al inicio de una nueva historia; Chernóbil no sólo significa conocimiento, sino también preconocimiento, porque el hombre se ha puesto en cuestión con su anterior concepción de sí mismo y del mundo”.
Voces de Chernóbil, Svetlana Alexiévich.
Si bien antes del accidente de Chernóbil ya había ocurrido la explosión de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki por el gobierno de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, el caso de Chernóbil tiene otras causas que desembocan en nuevos abanicos de perspectivas. Con ello, no estoy diciendo que los casos de Hiroshima y Nagasaki no sean importantes. Estoy diciendo que Chernóbil nos puede enseñar cosas distintas respecto de las bombas nucleares, porque el origen del accidente amerita otras consideraciones. Tales como, el papel del científico, la gestión política de una catástrofe, el desplazamiento forzado y la pérdida del sentido de pertenencia, y que la ciencia no se manda sola.
Particularmente, en este espacio, me gustaría reflexionar, a partir del accidente de Chernóbil, cómo se construye la verdad de los hechos y cómo se fomenta la ignorancia de la población, de la milicia y de los voluntarios que iban a Chernóbil a limpiar el territorio.
Chernóbil es un ejemplo de cómo se gestiona y se reproduce la ignorancia con la finalidad de salvaguardar el estatus quo de un gobierno. Tanto las medidas de seguridad para la construcción de la planta y un poco antes de la explosión, como la gestión de los daños y el discurso en torno al suceso, estuvieron colmados de desinformación, censura e irresponsabilidades. En lo que lxs científicxs encargadxs averiguaban cómo contrarrestar los daños, la gente enfermaba y moría. Todavía, hoy, personas siguen muriendo de cáncer o de enfermedades relacionadas con la radiación.
En una de las crónicas que comparte Svetlana Alexiévich en su libro, uno de los sobrevivientes se pregunta de qué huyen. No era como la guerra, en donde hay una encarnación del enemigo. No. Se trataba de algo invisible, pero que aniquilaba. Era un nido de ignorancia, tal vez epocal, tal vez negligente: era un vacío en el saber y en el entendimiento de las personas que tenían que abandonar sus cultivos, enterrar sus pertenencias e irse para no volver nunca. Era la ignorancia disfrazada de radiación.
Contrario a lo que idealmente se piensa sobre la verdad -que es algo que espera ser descubierto o que es independiente a lo que los seres humanos construyen-, en un caso como el de Chernóbil, la verdad se fabrica como un escenario lleno de títeres. En donde la ciencia, la política, la sociedad y la economía bailan al unísono para evitar que se descubra la farsa. ¿Qué significan los errores para la humanidad, para una nación, para un individuo? ¿Cuál es el costo que se está dispuestx a pagar por enterrar la verdad para que nadie la encuentre? ¿Qué y cómo es que contamos la verdad? Al final, sólo nos quedan las memorias de quienes estuvieron y perdieron; de quienes ya no pertenecen porque Chernóbil era su hogar. Y hoy son de ningún lugar. Así se pagan las mentiras.
¿Por qué Chernóbil es el inicio de una nueva historia? Porque nos sitúo en la difícil situación de resignificar la humanidad misma, visibilizó radicalmente lo que es la negligencia por parte de quienes hacen ciencia y desarrollan tecnología, puso bajo el reflector la decadencia de un proyecto estatal, y funcionó como una invitación a replantear lo que se entendía como tragedia. Asimismo, el ser humano perdió el control de su propia creación. Como un niño que se pierde en medio de la multitud, el ser humano se perdió entre radiación, política y desplazamientos forzados.
Hoy, más que nunca, no debemos olvidar Chernóbil, sobre todo por el panorama que tenemos enfrente, producto del calentamiento global. Fenómeno que los seres humanos han provocado: Nos hemos metido a la olla con agua y la hemos puesto a hervir lentamente.
Para concluir, me gustaría recordar lo que Valery Legasov dice en el juicio para sancionar a los tres encargados de la planta, en la miniserie de HBO: “Cuando la verdad ofende, mentimos y mentimos hasta que olvidamos que sigue ahí pero sí, sigue ahí. Cada mentira dicha te deja en deuda con la verdad. Tarde o temprano la deuda es pagada. Así es como explota un reactor RBMK…mentiras”.