QUINTO PODER/CIMACFoto archivo: Begoña
Por Argentina Casanova*
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) presentó un estudio que habla más de lo que se cree de la realidad de un país en el que, al igual que en otras regiones, puede encontrarse información de que son las poblaciones más vulneradas y diezmadas por la violencia las personas que pertenecen a grupos étnicos o estratos sociales menos favorecidos, en una intangible pero evidente política de exterminio contra los pobres.
Desde el autoclasificarse como “moreno-claro” en un auténtico oxímoron, hasta la afirmación de “no tiene la culpa el indio sino el que le hace compadre”, hay un problema social grave que se pone de manifiesto en el estudio del Inegi en el que habla de una “paleta de colores” (tal y como en el estado nazi alemán se utilizó para clasificar a las poblaciones por su tono de piel, el color de los ojos y forma del cabello) y el auto reconocimiento de características “inherentes” –condición natural- de la pobreza y el analfabetismo en relación con un color de piel.
Es una aceptación tácita de las personas que respondieron la encuesta de una realidad en la que la nota presenta un contexto social que pareciera ligado como condición natural a las características físicas de una persona, y no por una condición resultado del estigma y la criminalización.
Para poner en una justa dimensión de lo que implica ser de piel oscura en México, las personas que somos “morenas” sabemos que entrar a una tienda puede significar ser el objeto de atención de los guardias de seguridad o vendedores que manifiestan especial interés por las personas de piel oscura, a los que siguen y revisan con atención. Hay muchísimas personas que hablan de su experiencia y sensación de ser recibidos con la sensación de que no son bienvenidas o se cree que no pueden realizar una compra y ser los últimos en ser atendidos.
Sin meterle a la reflexión a la que nos lleva Piel negra, máscara blanca, de Franz Fannon, nos quedaremos aquí solo con lo más burdo de esta situación en México, en la que advertimos que hay una asociación “natural”, socialmente construida de creer que las personas morenas-oscuras son pobres, son analfabetas, son tontas, son malas, son menos limpias, tienen proclividad a la comisión de delitos entre otros defectos.
Es grave que se piense, que se crea y que incluso se publique una nota elaborada por una institución con esa información, es más grave aún que sea cierto. Es verdad, bastaría revisar las cárceles y revisar los indicadores para tener claro que las personas que son encarceladas por la comisión de “delitos de hambre” son en un gran porcentaje población de piel oscura. Pero que nadie repare en que ese sea un problema social de discriminación es lo más patético.
Mucho se habla, pero poco se menciona –menos en esa nota- acerca de las oportunidades de acceso a la educación para las personas de piel oscura, obvio si son pobres sus posibilidades de estudiar son menores al resto de la población y si eso los lleva a tener menos expectativas laborales y menos posibilidades de salir del círculo generacional de la pobreza.
Para muchos y muchas de las personas “morenas” y con rasgos “indígenas” es claro que apenas la de ahora es la primera generación que en las familias han tenido acceso a la educación, y a empleos bien remunerados y por supuesto a oportunidades de estudiar maestrías o doctorados, aún son noticias excepcionales “indígenas” que hacen doctorados como si de algo extraordinario –que lo es vergonzosamente- se tratara.
¿Qué posibilidades tienen las personas pobres de tener estudios superiores? Y aún más, ¿qué posibilidades tienen las personas de piel oscura de acceder a empleos bien remunerados?, ¿qué determina que una “excepción” pase de “ser el mesero” o “una aindiada” a estar en un cargo directivo.
No me da miedo tocar el tema con todas sus aristas, lo escribe una persona que desde pequeña le decían “negra”, morena, mujer y que fue la primera mujer en graduarse en toda su historia familiar en ambas líneas materna y paterna. Lo escribe una persona que sabe que en México nacer pobre significa nacer con pocas oportunidades de acceder a la educación superior.
Lo escribe una persona que es de piel lo suficientemente oscura en “esa paleta de colores” para tener claro que la violencia estructural, la criminalización y el estigma obliga a muchas personas a blanquearse no solo con el maquillaje más claro y la ropa más occidental, sino también a “blanquearse el pensamiento” y llenar formularios en los que se autodenominan “moreno-claro” y no se reconocen a sí mismas indígenas porque es “asumirse parte de los jodidos”.
Me llena de indignación que en un país donde la población es indígena, mestiza y de piel oscura se publiquen notas en las que se secunda con naturalidad la “aceptación” de la violencia y la desigualdad estructural como una condición inherente al color de la piel, como si ser morenos implicara “naturalmente” no tener habilidades para los estudios ni calificación para el desempeño laboral.
* Integrante de la Red Nacional de Periodistas y del Observatorio de Feminicidio en Campeche.