DestacadosLocalOpinionGlorieta de las mujeres que luchan: #NoNosBorran

Ronny Aguilar07/10/2021

Columna por: Astrid Dzul Hori

Glorieta de las mujeres que luchan: #NoNosBorran

El pasado 25 de septiembre, la colectiva feminista “Antimonumenta: Vivas nos queremos” y familiares de personas desaparecidas y de víctimas de feminicidio colocaron una antimonumenta en la antigua glorieta de Colón, en la Ciudad de México. Si bien no es la primera en la ciudad -hay otra frente a Bellas Artes-, resulta particularmente emblemática por el contexto de su colocación y por su ubicación.

¿Por qué denominarla “antimonumenta” y no simplemente “monumento”? El monumento está estrechamente ligado a las narrativas dominantes; aquellas que legitiman a los personajes y a los hechos que valen la pena ser recordados. Las antimonumentas que se localizan en la Ciudad de México tienen el objetivo, o al menos así lo leo, de ir en contracorriente con tales narrativas dominantes; de visibilizar “los trapitos que se lavan en casa”: tratan de reconocer en un espacio y un tiempo a todas las mujeres, adolescentes y niñas desaparecidas y a las víctimas de feminicidio, cuyos nombres se han borrado. Se busca quitarles el estatus de cifra y convertirlas en ejes de lucha con nombre, rostro, familia e historia.

Personalmente, la antimonumenta me parece un fenómeno social muy interesante por tres razones: 1) la toma colectiva del espacio público, 2) su resignificación, y 3) la invitación implícita a reconstruir narrativas. Respecto al primer caso, me pregunto qué tanto correspondió a una práctica democrática, donde una facción de la población que no se ve, que la administración actual no reconoce como “pueblo” -pero que forma parte de la nación- tomó un espacio del que también es parte, aunque se lo hayan negado históricamente. En ese sentido, es importante el papel de la colectividad: el espacio público no se toma desde la particularidad, sino desde un cuerpo colectivo conformado por individuos diversos que, con ayuda de su extensión, vuelve más significativa y transgresora la toma de dicho espacio.

Asimismo, también se trata de resignificarlo. He ahí que la acción colectiva de colocar una denuncia en un sitio emblemático resultó una transgresión (y me pregunto si es posible la resignificación sin transgresión, o se da necesariamente). ¿Por qué hablar de transgresión? Una cosa es lo que reconocen la administración y la sociedad en general como problema, y otra cosa es lo que las personas, en su cotidianidad, experimentan como tal. Esas diferencias de perspectiva, dado el contexto y la localidad, pueden generar divergencias y desacuerdos irreconciliables. Especialmente, si a través de las divergencias se atenta contra una identidad nacional cristalizada en los espacios, como sucede con los monumentos que se encargan de reivindicar la identidad mexicana. En ese sentido, reemplazar un monumento, que da continuidad a la narrativa dominante, con una antimonumenta, que pretende dislocar dicha narrativa, resulta una transgresión al espacio público donde se encarnan los discursos.

Dicha relación entre transgresión y resignificación se relaciona con la invitación implícita a reconstruir narrativas: los acontecimientos alrededor de la antimonumenta nos invitan a reescribir las narrativas sobre cómo y a quiénes se recuerda. Que los espacios públicos no deben seguir perpetuando discursos que excluyan problemas como la vulnerabilidad, la injusticia, la irresponsabilidad y la violencia. Lo monumentos pueden ser reemplazados si cristalizan narrativas que no comulgan y/o violentan a quienes habitan en el presente. En la acción de mover y reemplazar monumentos subyace la cuestión sobre qué narrativas vamos a priorizar hoy, y si estamos dispuestxs a los compromisos que eso conlleva.

Parte de esta invitación está ligada con lo que representan los monumentos que aluden a las mujeres. Al menos en la Ciudad de México, están relacionadas con la familia, la maternidad o enfatizan las zonas sexualizadas del cuerpo femenino. Mientras que las de los hombres, apelan al paternalismo, el heroísmo, la autoridad gubernamental, la grandeza, el honor, etc. En ese sentido, la antimonumenta resignifica a los sujetos femeninos que representa: mujeres, adolescentes y niñas que han muerto o desaparecido en la impunidad y en la ceguera de la injusticia. Que las mujeres no sólo están en casa, sino que son agentes de cambio y de transformación social y política.

La antimonumenta es un grito que denuncia la realidad de muchas mujeres, adolescentes y niñas en los Méxicos que existen bajo el título de MÉXICO. La Glorieta de las mujeres que luchan es un llamado a no olvidar que hay o hubo personas detrás de esos nombres que reclaman justicia, y que ninguna historia puede olvidarlas.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Síguenos