DestacadosLocalOpinionEl carnaval de los de abajo: la música como forma de protesta

Ronny Aguilar23/07/2021

Columna por: Astrid Dzul Hori

El carnaval de los de abajo: la música como forma de protesta.

“Escucha lo que te canto, pero no confundir
Es de paz lo que canto
Que me hablás de privilegios
De una raza soberana
Superiores, inferiores minga de poder
Como se te ocurre que algunos son elegidos
Y otros son para el descarte ambiciones de poder”

Los Fabulosos Cadillacs.

A lo largo de la historia de la humanidad han existido diversas formas de manifestar inconformidades y denunciar injusticias sociales. Una de estas formas es a través de la música. En Latinoamérica contamos con grandes referentes que, a través de las letras de sus canciones, visibilizaban situaciones precarias, así como las violencias a ciertos grupos sociales. Por ejemplo, Violeta Parra, Mercedes Sosa, Chavela Vargas, Rubén Blades, Silvio Rodríguez, Víctor Jara, Facundo Cabral, Los Prisioneros, entre otrxs.

Sumadas a las potentes letras que estxs artistas dejaron como legado para recordarnos cotidianamente que la violencia y la precariedad no cesan, también están las canciones que, además de las letras de denuncia, tienen ritmos latinos que indudablemente invitan a bailar. Y probablemente las hemos bailado sin prestar especial atención a la letra.

Estaba acostumbrada al ritmo solemne, triste y desgarrador de aquellas canciones que aluden a algún tema de crítica social o denuncia. Sin embargo, escuchando con detenimiento algunos temas de Calle 13, me llamó la atención cómo René Pérez conjugaba letras de denuncia con ritmos que no necesariamente acompañaban la letra con solemnidad, por ejemplo, Pa’l Norte (2007), La Bala y El Baile de los Pobres (2010), y El Aguante (2014). Además de Calle 13, Los Fabulosos Cadillacs y Los Prisioneros, agrupaciones musicales con mayor trayectoria musical, también tienen canciones que siguen este mismo principio, como: Matador (1994) y Mal Bicho (1995) de Los Fabulosos Cadillacs, y El baile de los que sobran y Por qué los ricos (1986) de Los Prisioneros.

“Aguantamos que Monsanto infecte nuestra comida
Aguantamos el agente naranja y los pesticidas
Cuando navegamos, aguantamos el mareo
Aguantamos el salario mínimo y el desempleo”

Calle 13

Tales canciones de protesta son ejemplos de carnavalización de la violencia y la precariedad. Por carnavalización no me refiero a que se burlen de las problemáticas sociales, sino que las abordan con elementos relacionados con la cultura carnavalesca que, a su vez, se contraponen a la cultura seria [1]. Si bien la distinción la desarrolló Mijaíl Bajtín para describir la cultura de la Edad Media y del Renacimiento, me parece una herramienta teórica muy interesante para pensar la carnavalización en la música latinoamericana como una forma de resistencia.

La cultura seria oficial (cultura seria, religiosa y feudal) está ligada a los ritos del Estado y se caracteriza por fomentar el desarrollo a través del miedo, presentándose bajo las formas de terror cósmico y terror místico. Por su parte, la cultura carnavalesca tiene tres grandes categorías: 1) formas y rituales del espectáculo, es decir, festejos y obras cómicas representadas en las plazas públicas; 2) obras cómicas verbales; y 3) diversas formas y tipos del vocabulario familiar. Este último representa una serie de particularidades del lenguaje que, al darse durante el carnaval en las plazas públicas, permiten suponer la abolición temporal de las diferencias y barreras jerárquicas entre las personas y la eliminación de ciertas reglas y tabúes vigentes en la vida cotidiana, lo que constituía una forma de comunicación directa, familiar y sin restricciones en la plaza pública, inadmisible en la vida ordinaria. En el lenguaje carnavalesco las cosas se encuentran al revés de la vida cotidiana en relaciones no-lógicas, sino contradictorias (parodias, transformaciones, degradaciones, profanaciones, coronamientos y destituciones bufonescas). En ese sentido, este lenguaje es patrimonio del pueblo, es universal, y ambivalente, es decir, alegra y llena de entusiasmo, es burlón, sarcástico, niega y afirma a la vez.

Cuando Calle 13 canta

“por lo que fue

y por lo que pudo ser,

por lo que hay,

por lo que puede faltar,

por lo que venga

y por ese instante,

levanta el vaso

y a brindar por el aguante,

a brindar por el aguante”

O Los Prisioneros,

“únete al baile

de los que sobran,

nadie nos va a echar de más,

nadie nos quiso ayudar de verdad”.

Ambas con sus respectivos ritmos, que usualmente atribuimos a la fiesta y al disfrute, están funcionando como una contradicción de esto último, dado el mensaje que hay detrás. Al emplear ritmos latinos y un leguaje familiar a las luchas sociales cotidianas (como la diferencia de clase sociales o las dictaduras militares en algunos países de América Latina), estas canciones se aproximan a la cultura popular (aunque no necesariamente pertenece a esta, todxs podemos escucharlas). En ese sentido, el carácter ambivalente se manifiesta al cuestionarse ¿por qué estoy bailando, o siento efusividad, o por qué hago ejercicio con estas canciones? En el fondo, no están diciendo algo que fomente emociones positivas o siquiera placenteras. Sin embargo, es con el ritmo que se entra en contradicción. Bailo el baile de los pobres, o el baile de los que sobran.

Otro ejemplo de denuncia, alejado de la seriedad, son algunas canciones de Calle 13 que satirizan las jerarquías y las estructuras de poder en estrofas como:

“Aprendí que mi pueblo todavía reza

porque las “fucking” autoridades y la puta realeza

todavía se mueven por debajo’ e la mesa

Aprendí a tragarme la depresión con cerveza.

Mis patronos yo lo escupo desde las montañas

y con mi propia saliva enveneno su champaña”.

Pa’l Norte.

 

“Tú eres clase alta, yo clase baja
Tú vistes de seda, y yo de paja
Nos complementamos como novios
Tú tomas agua destilada, yo agua con microbios
Tú la vives fácil, y yo me fajo
Tú sudas perfume, yo sudo trabajo
Tú tienes chofer, yo camino a patas
Tus comes filete, y yo carne de lata”.

El baile de los pobres.

Si bien pueden existir más artistas que ejemplifiquen lo anterior, lo que me interesa en el fondo son los recursos que emplean para denunciar y visibilizar las violencias, es decir, a través del desarrollo de la cultura carnavalesca en las canciones. También, cómo nos concientizamos del mensaje o si sólo es una canción más en la lista. Asimismo, qué impacto tienen en las luchas sociales y si sensibilizan a las personas a través de fomentar una cultura de resistencia. Sobre todo, las canciones que salieron a luz durante las dictaduras militares en América Latina, ¿cómo recordamos dichos acontecimientos a través de sus letras? ¿cómo nos interpelan las denuncias? Y para quienes estamos lejos espaciotemporalmente, ¿qué historias nos cuentan sus canciones?

A mi parecer, estas canciones rompen con la monotonía de la cotidianidad. Vamos por la vida haciendo lo que hacemos todos los días. Un día, llegan para recordarnos que adentro y afuera de nosotrxs hay violencia y precariedad, que en el pasado lo hubo y en el presente también, que no podemos olvidarlo; permiten abordar tabúes de otras maneras, satirizando, por ejemplo. Nos recuerdan que la seriedad no necesariamente es el único medio (o el idóneo) para denunciar o recordar las violencias. Y que la música con ritmos más nostálgicos o solemnes no siempre es el modo de llegar a toda la gente, porque hay diversidad de contextos y culturas (ejemplo de ellos son los múltiples ritmos latinos que se reconocen actualmente y los que no). En ese sentido, resulta importante tropicalizar las denuncias, es decir, adecuarlas a los usos y costumbres de quienes la oirán, para lograr transmitir el mensaje con mayor profundidad. Para recordarle a todxs que, en el mundo de las artes, los de abajo, los quedados, no se olvidan.

 

Referencias

[1] Bajtín, Mijaíl. 2003. La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento. Madrid: Alianza.

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