Columna por: Astrid Dzul Hori
No hace falta quemar libros si el mundo empieza a llenarse de gente que no lee, que no aprende, que no sabe.
Ray Bradbury, Farenheit 451.
Hace unos días, mientras leía sobre la “cibercultura”, me surgió una pregunta (nada novedosa) que, como amante de los libros, me vi en la necesidad de confrontar: ¿el libro impreso sobrevivirá a la era de la hipertextualidad?Para quienes no tienen reparo en leer lo que sea, donde sea y como sea, tal vez no es una pregunta que les quite el sueño. Sin embargo, para quienes disfrutamos de leer en formatos impresos, definitivamente es motivo de crisis. Es muy sencillo sostener nuestra preferencia por los libros impresos, que no nos gusta leer ebooks o PDFs, o que no hay mejor experiencia de lectura que percibir el olor a encuadernado viejo de un libro.
Más allá de quienes gustamos de leer en formatos físicos (por nostalgia, practicidad, problemas de visión, etc.), no podemos dejar de lado que el libro electrónico es producto de los cambios de una época, responde a necesidades e intereses particulares, y que resulta práctico dentro de la cotidianidad contemporánea. En ese sentido, en el marco del Día Internacional del Libro, me parece pertinente el cuestionamiento sobre la supervivencia del libro físico frente a una época que tiene un despliegue importante dentro de la internet. Para problematizar y tratar de responder a dicha pregunta, es importante, primero, aclarar un par de conceptos.
Derrick de Kerckhove, sociólogo belga, junto con otros autores, define la cibercultura como “la tercera era de la comunicación, en la que se habría configurado un lenguaje todavía más universal que el alfabeto: el lenguaje digital. Una era que habría seguido a las de la oralidad y de la escritura” (1). Kerckhove propone entender la cibercultura a partir de tres características: interactividad, hipertextualidad yconectividad. La interactividad“es la relación entre la persona y el entorno digital definido por el hardwareque los conecta a los dos” (2), es decir, es la relación que se da gracias al celular, la computadora, el iPad, etc. La conectividad“es la necesidad-deseo-posibilidad de lo colaborativo, potenciado hoy por la tecnología que tiene en la red el medio conectado por excelencia” (3), es decir, poder colaborar con otras personas a través de la red, ya sea por trabajo, placer u ocio. La hipertextualidad implica el acceso interactivo a cualquier cosa desde cualquier parte. Es la nueva condición de almacenamiento y entrega de contenidos. Invade los dominios tradicionales del suministro de contenidos en forma de datos, texto, sonido y video; sustituye, por ejemplo, los métodos más antiguos de entrega de noticias en todos los lugares donde las redes existen. La hipertextualidad también se convierte en la oportunidad para reconfigurar modos de producción y acceso de medios lineales, debido a una razón que podría sintetizarse así: las tecnologías de la información del pasado son ayudas para la memoria y el almacenamiento; las principales tecnologías de los medios de información actual son ayudas al procesamiento, es decir, ayudas a la inteligencia(4).
Según el propósito del libro es la dificultad que representa su digitalización. No es lo mismo un libro para el entretenimiento, que uno para enseñar o para los campos académicos y de investigación. Bajo el entendido de la hipertextualidad, donde los contenidos interactivos circulan con mayor facilidad y se tiene rápido acceso a ellos a través de múltiples dispositivos y plataformas, los contenidos audiovisuales, ¿son competencia o complemento del libro físico?Probablemente son competencia, si lo pensamos dentro de la lógica del mercado, la cual se articula a partir de la oferta-demanda y la competencia. Sin embargo, me parece importante reflexionar sobre los usos y costumbres alrededor de los libros y los contenidos audiovisuales en la cotidianidad.
Por otra parte, el argumento de que “con la versión digital, habrá personas que no tengan acceso al material porque ni siquiera tienen aparatos donde puedan acceder a ellos”. Me parece que sucede lo mismo con la versión impresa. Los libros impresos son “caros” para quienes ganan el salario mínimo y para cierto sector del estudiantado. En ese sentido, resulta más práctico el acceso a libros digitalizados en PDF o a ebooks, ya que no todxs lxs estudiantes o trabajadorxs pueden costearse todos los libros que quisieran leer, pero sí es más probable que cuenten con un celular. Incluso, sería interesante promover la lectura en formato digital, dado que la mayoría de las personas cuenta un dispositivo móvil.
Otros factores para considerar son que muchas revistas de divulgación han trasladado sus publicaciones al formato digital, ya que puede llegar a más investigadorxs, académicxs y estudiantes. Esto implica un mayor índice de lectura y citación. También hay más posibilidades para la autogestión de contenido literario, ya que lxs escritorxs no se ven en el apuro de difundir su obra sólo si es aceptada por una editorial y con un tiraje determinado. Ahora se puede realizar un diseño digital y difundirse a través de las redes sociales.
Johannes Gutenberg inventó la imprenta de tipos móviles para reproducir, almacenar y preservar el conocimiento de manera escrita. Ese era el artefacto tecnológico de su tiempo. Llevamos varios siglos con ese mismo sistema. Hoy, el contexto demanda otras alternativas porque no sólo buscamos reproducir, almacenar y preservar el conocimiento, sino difundirlo. En ese sentido, la novela Farenheit 451de Ray Bradbury, dentro de sus muchas enseñanzas, deja en claro que el libro vehicula conocimiento: pueden destruir los libros, lo que importa es lo que yace en ellos. Los bomberos de la sociedad que narra queman los libros como mandato del gobierno para evitar que la gente piense.
Dice Salman Rushdie que quemar un libro no es destruirlo. Un minuto de oscuridad no nos hará ciegxs. Los libros no desaparecerán mañana. Tal vez no nos toque verlo. Tal vez no desaparezcan porque habrá esa nostalgia intelectual por tocarlos y verlos empolvarse en el librero, la silla o alguna mesita de noche. Tampoco se trata de decir “ya, dejemos de imprimir libros y deshagámonos de los que existen”. No. Tienen un valor histórico, incluso. Mi invitación es preguntarnos por qué nos aferramos a ciertos modos, en este caso, al formato físico. En lo personal, mis libros tienen un gran valor sentimental: ¿Qué significan para ti?
Referencias
- (2) (3) (4) (5) Rodriguez, J. Trece motivos para hablar de la cibercultura.