Coordenada
Por Lupita Ramos
En México, los estados de Tabasco y Sinaloa han legislado respecto de la maternidad subrogada. Hoy les traigo la reflexión necesaria sobre lo que popularmente se conoce como vientre de alquiler que, en términos comunes, es la práctica de utilizar el vientre de una mujer para gestar el hijo de otra persona o pareja.
Para hacerlo, me valgo de la filósofa española Ana de Miguel, quien ha desarrollado una teoría crítica del tema. Ana de Miguel llama a ver la realidad en un contexto ideológico neoliberal que legitima cualquier compra-venta y cuestiona el “mito de la libre elección”, cuando median relaciones de profunda desigualdad.
Igual que en el tema de la prostitución en que la sociedad de forma acrítica ha asumido la idea o creencia patriarcal de que los hombres tienen derecho a satisfacer sus deseos o “necesidades” sexuales a través de la legitimación de la prostitución con la falsa creencia de que es “la profesión más antigua del mundo” y por tanto, que siempre ha estado regulada y que es lo mas “normal” permitir ejercer ese “derecho” mercantil que implica para unos comprar un cuerpo para satisfacer sus deseos sexuales y para otras, ejercer un “trabajo sexual” al vender su cuerpo.
Esta idea del derecho masculino a satisfacer sus deseos sexuales, a cambio de dinero, se ha empezado a cuestionar en cuanto las mujeres han ido conquistado el estatuto de personas y ciudadanas. Este mismo planteamiento hace Ana de Miguel en cuanto a la maternidad subrogada.
En una sociedad machista, desigual, patriarcal, neoliberal, etc., las mujeres pobres no se encuentran en la misma posición que sus subrogatarios (que tienen el dinero para alquilar el vientre) para tomar decisiones sobre su cuerpo y sobre su vida.
El matrimonio entre el capitalismo neoliberal y el patriarcado procrea hijos como la prostitución y la maternidad subrogada. Solo en un sistema como éste podemos entender la mercantilización del cuerpo de las mujeres y la supuesta justificación en el derecho a decidir sobre sus cuerpos y sobre sus vidas.
En la sociedad patriarcal, la maternidad ha sido enaltecida hasta grados sublimes, colocándola en el destino de muchas mujeres como única posibilidad de realización en la vida. En tiempos neoliberales, se ha llegado al extremo de ubicarla ahora como la mercancía perfecta en una supuesta liberación femenina que les permite a las mujeres tomar decisiones sobre su vientre y sobre su cuerpo.
Nada más falso que eso. La realidad ha demostrado que los países en que se ha legalizado esta práctica, son las mujeres pobres a las que no les queda nada más que su cuerpo y su vientre para ofrecer en el mercado neoliberal.
Como bien lo señala Beatriz Gimeno, diputada feminista de Podemos en la asamblea de Madrid: “Los derechos que sólo existen mediante precio (existe demanda para comprar, pero no una demanda para vender), son, en realidad, privilegios.
Siempre que alguien reivindica su derecho a comprar, en un mundo de desigualdad brutal como es éste, lo que está haciendo es exigiendo que alguien le venda eso mismo que desea. Siempre que se abre un mercado, lo que se hace es obligar a los pobres a entrar en él y a vender lo que nunca venderían, de no verse en situación de tener que hacerlo. Y unos y otros jamás se encontrarán en posiciones similares o intercambiables. Así, si abrimos el mercado de órganos, los ricos los comprarán y los pobres se verán obligados a venderlos”.
Por eso el debate no se encuentra en la supuesta libertad de las mujeres de gestar para otros, ni en lo que significa la libertad de mercado en la sociedad capitalista patriarcal que otra vez utiliza a las mujeres como objeto de uso y desuso.
El debate central es que las mujeres no pueden ser usadas como recipientes, ni sus capacidades reproductivas pueden ser compradas, ni se puede cosificar su cuerpo, ni mercantilizar el deseo de ser padres-madres, ni las mujeres se pueden alquilar o comprar de manera total o parcial, ni se pueden exponer al tráfico reproductivo, ni a la trata de personas como fábricas reproductoras de hijos.
El debate central es que la maternidad subrogada vulnera los derechos humanos y la dignidad de las mujeres como personas y ciudadanas.
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